MÉXICO: DE LA INDEPENDENCIA AL SEGUNDO IMPERIO

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Figura de la entrada: Bandera Trigarante, México.

Maximiliano de Habsburgo (Viena 1832 – Querétalo, México, 1867), hermano menor del emperador de Austria Francisco José I, fue emperador de México  desde el 10 de abril de 1864 hasta su fusilamiento el 19 de junio de 1867.

¿Cómo un miembro de la Casa de Austria llegó a ser emperador de México después de transcurridos 44 años desde que el país se independizara de la Corona Española? Francia tuvo mucho que ver, al igual que lo había tenido para su independencia.

El movimiento de independencia de México (entonces parte de Nueva España) tuvo sus raíces en la Ilustración y las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII, los cambios en la estructura social y política derivados de la Reforma Borbónica y una crisis económica en el virreinato de Nueva España, pero el detonante fue la invasión napoleónica de la España peninsular en 1808.

Cuando José Bonaparte fue nombrado rey de España por su hermano tras la abdicación sucesiva de Carlos IV y Fernando VII, se produjo un vacío de poder en las colonias de Ultramar.  La teoría del poder aparecía muy clara en la tradición de la filosofía escolástica y del pensamiento político español hasta el siglo XVII: el pueblo es titular del poder, que delega en su rey legítimo; desparecido el rey, el poder revierte a su titular, el pueblo. Cabía preguntarse entonces, cuál era el pueblo titular de su propia soberanía. Según proclamaban las Cortes de Cádiz de 1810, sería el conjunto de “todos los españoles de ambos hemisferios” que formaban una sola nación y tenían todos iguales derechos.

Dada la fuerte regionalización de los territorios de la Monarquía, era lógico que cada provincia o reino organizase su propio gobierno, tal como se habían creado en la Península sus Juntas y su Regencia sin consultar a los españoles americanos. Las élites criollas (criollo es el descendiente de españoles nacido en un país hispanoamericano) más innovadoras y decididas vieron en esta interpretación provincialista la oportunidad de añadir al poder económico y social que ya tenían un poder político que redondeara su situación. Frente a ellos se configuró una tesis colonialista, formulada por parte del clero, gachupines (españoles establecidos en Hispanoamérica) poderosos y miembros de la burocracia real, que imbuidos de las ideas del absolutismo ilustrado, sostenían que el pueblo soberano era el de la metrópoli, y en tanto existiera en América un solo español peninsular, él debía mandar sobre la totalidad de los españoles americanos. Aunque no compartiesen tal interpretación, se sumaron a ella muchos sectores conservadores, como las élites criollas más asustadizas o prudentes, que temían la fragmentación del poder y la resultante anarquía, ya que lo único que mantenía unidas las diferentes provincias, etnias y grupos sociales era la burocracia real.

Tampoco existió unanimidad en cuanto a la designación de las instituciones que debían ejercer el poder político y el gobierno. La postura criollista sostenía que a partir de los cabildos se podían convocar en las ciudades más importantes asambleas representativas para la designación de juntas, siguiendo el ejemplo de la Península, que ejerciesen el gobierno en un territorio extenso, idealmente en todo un reino o una provincia. Los conservadores estimaban que, en aras del orden y de la estabilidad, resultaba más práctico que se mantuvieran en el cargo quienes ya  ostentaban el gobierno en la burocracia ultramarina, asumiendo la presidencia de las juntas el virrey o el capitán general correspondiente, y que para las vacantes se aceptasen los nombramientos que dispusiera en España la Junta Suprema o la Regencia.      

En este contexto, en 1808 el ayuntamiento de Ciudad de México, con el apoyo del virrey José de Iturrigaray, reclamó la soberanía en ausencia del rey legítimo. La reacción condujo a un golpe de Estado contra el virrey y llevó a la cárcel a los cabecillas del movimiento. A pesar de la derrota, otras ciudades siguieron el ejemplo de la capital, con idéntico resultado para los conjurados.

La oligarquía criolla, gachupines influyentes y la burocracia virreinal acallaron sus diferencias cuando en septiembre de 1810 se produjo una masiva rebelión por parte de los indígenas, liderada por clérigos rurales y algunos criollos de modesto nivel social y encabezada por Miguel Hidalgo. La insurrección fue motivada por la opresión, la miseria y el hambre, agravados por una prolongada sequía. En 1811 los rebeldes fueron sometidos y su líder ejecutado. Posteriormente, el movimiento independentista pasó por varias etapas, pues los sucesivos líderes fueron derrotados, capturados y puestos en prisión o ejecutados por las fuerzas leales a España.

José María de Morelos y Pavón convocó en 1813 a las provincias independentistas a conformar el congreso de Anáhuac que proclamó la independencia del trono de España y se atribuyó toda la soberanía y un marco legal propio. Tras la derrota de Morelos, el movimiento se redujo a una guerra de guerrillas.

Cuando Fernando VII recuperó el trono en 1814, abolió toda la obra legislativa de las Cortes y reintrodujo la censura y la Inquisición. Con respecto a las colonias, pudo actuar como conciliador y lograr con su prestigio una solución pactada que hubiera preservado en lo esencial la unidad de la Monarquía. Sin embargo, prefirió ponerse en cabeza de uno de los bandos en lucha -desde entonces llamado realista– y declarar al otro rebelde y traidor (bando insurgente), sometiéndole a una immisericorde represión. El conflicto tomó entonces la apariencia de una guerra colonial.

Pese a su éxito inicial en sofocar la rebelión, la política seguida por Fernando VII resultó enormemente destructiva. El militarismo duramente represivo de las instituciones asustó y paralizó a las burocracias reales de Ultramar que perdieron toda autonomía e independencia y dejaron de funcionar con eficacia. El inmediato desastre administrativo y el uso de fondos públicos en gastos militares favorecieron la desintegración de la causa realista.

Hacia 1820, en Nueva España solo quedaban algunos núcleos rebeldes, sobre todo en la Sierra Madre del Sur y en Veracruz, pero un hecho cambió la suerte del conflicto: la revolución liberal en España a partir del pronunciamiento de Riego para someter el gobierno despótico de Fernando VII y restablecer la constitución de Cádiz de 1812.

Al ver afectados sus intereses, los criollos decidieron apoyar una monarquía independiente en Nueva España, para lo cual buscaron el apoyo de la resistencia insurgente. Agustín de Iturbide, de la facción realista, dirigió el brazo militar de los conspiradores al que finalmente se unieron contrincantes previos, los insurgentes liderados por Vicente Guerrero, indígena de ascendencia africana, para formar el Ejército Trigarante.

El 24 de febrero de 1821 se proclamó el Plan de Iguala que declaraba a Nueva España como país soberano, además de garantizar la propiedad privada contra cualquier intento de desamortización civil y eclesiástica, la seguridad de empleo en la burocracia civil y el fuero militar para las tropas veteranas y milicias, todo ello amenazado por las resoluciones de las Cortes españolas durante el trienio liberal. El Plan de Iguala logró en seguida la aceptación unánime, y a veces entusiasta, de todos los grupos sociopolíticos del país.

Una tímida y desacertada reacción del virrey Apodaca provocó la desbandada militar y determinó el cambio de postura de las élites novohispanas que hasta entonces habían respaldado el dominio español. El 27 de septiembre de 1821, el Ejército Trigarante entró en la Ciudad de México y se consumó la independencia.

Agustín de Iturbide presidió la regencia del primer gobierno provisional mexicano y el 18 de mayo de 1822 fue proclamado emperador en las calles de la capital con el nombre de Agustín I. De esta forma, Nueva España se convirtió en el Imperio mexicano, una efímera monarquía independiente que, tras una revolución, dio paso a una república federal en 1823, entre conflictos internos por pugnas entre la antigua aristocracia y el pequeño grupo de burgueses liberales del país y la separación de América Central.

No fue hasta el 28 de diciembre de 1836, cuando después de haber realizado intentos de reconquista y negociaciones de paz y reconciliación, España reconoció la independencia de México.

Entre 1846 y 1848 hubo una guerra entre México y EEUU, en la que México perdió los territorios al norte de río Bravo, California y Nuevo México, cerca de 2 millones  de km² que hoy conforman los estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, la mayor parte de Colorado, la parte sureste de Wyoming y Kansas y el oeste de Oklahoma.

Tras la guerra con Estados Unidos, fue elegido para la presidencia José Joaquín de Herrera. El gobierno de Herrera fue más o menos tranquilo, aunque las elecciones para relevarlo fueron presa de la división entre liberales y conservadores. Este nuevo conflicto se resolvió con la llegada de Santa Anna al poder, que gobernó por última ocasión la república entre 1853 y 1855. Santa Anna se autonombró dictador de México y gobernó con el título de “Su Alteza Serenísima”. Mientras tanto, la mayor parte del país seguía en la miseria y sufriendo el aumento de los impuestos y la creciente corrupción del gobierno. Por ello, en 1854 los liberales se sublevaron, encabezados por Juan Álvarez e Ignacio Comonfort. El movimiento, conocido como Revolución de Ayutla, concluyó con la renuncia y destierro de Santa Anna y la instalación de Álvarez como interino. Durante las presidencias de Álvarez y Comonfort, fueron promulgadas varias leyes de corte liberal, conocidas como Leyes de Reformas que, entre otras cosas, establecieron la separación entre el Estado mexicano y la Iglesia Católica y anularon los privilegios de las corporaciones (incluidas las comunidades indígenas). La puesta en marcha de estas leyes dio lugar a un nuevo conflicto entre liberales y conservadores, conocido como Guerra de los Tres Años o Reforma.

Retrato de Benito Juarez 1861 1862
Benito Juarez. Pelegrí Clavé, 1861. Museo Nacional de Historia. Castillo de Chapultepec, Méjico. Fuente: Wikipedia.

Tras la renuncia de Comonfort, Benito Juarez ocupó la presidencia interina de la república y fue convocado un nuevo congreso constituyente que promulgó el 5 de febrero de 1857 la nueva constitución mexicana, de orientación liberal moderada. Sin embargo, las reformas contempladas por la nueva constitución fueron motivo de una nueva rebelión conservadora en Tacubaya y, soslayando el gobierno de Juárez, nombraron un presidente provisional. Las huestes de ambos bandos se enfrascaron en una guerra que concluyó con la victoria de los liberales en enero de 1861.

En ese mismo año, 1861, el gobierno de la república se vio obligado a decretar la suspensión de pagos de la deuda externa. Ahí es cuando entra de nuevo en juego Francia para cambiar el devenir de México.

Francia era uno de los principales acreedores e instó a España y a Inglaterra a presionar por la vía militar. La marina de los aliados llegó a Veracruz en febrero de 1862 y el gobierno mexicano se aprestó a negociar por la vía diplomática, logrando que se retiraran los ingleses y españoles al persuadirles de que la suspensión de la deuda era una medida transitoria.

Sin embargo, las tropas francesas se negaron a irse debido a que Napoleón III tenía intenciones de instaurar una monarquía en México, con el fin de apoyar a los confederados en la guerra civil estadounidense (Guerra de Secesión) y así disminuir el poder de los EEUU en la región; es decir, convertir a México en un protectorado francés para dictar su política exterior y ser su socio comercial principal. Los franceses continuaron con hostilidades militares y tomaron la capital en 1863. Al éxito militar se sumó el apoyo de los conservadores que habían volcado su mirada hacia Europa con el fin de imponer en México un gobierno netamente conservador de carácter monárquico.

El gobierno republicano, con Juárez a la cabeza, se estableció en Paso del Norte (la actual Ciudad Juarez). Mientras tanto, en la capital, la Asamblea de Notables nombró como emperador de México a Maximiliano de Habsburgo, a propuesta de Napoleón III que le conocía personalmente y apreciaba sus cualidades.

Maximiliano y Carlota, 1852. Fuente: Colección Real de Bélgica.

Maximiliano había sido nombrado virrey de Lombardía-Véneto en 1857, región perteneciente a Austria desde el Congreso de Viena de 1815. Dos años después el reino se rebeló contra la casa de Habsburgo y como su política con los italianos se consideró demasiado indulgente y liberal por parte de las autoridades austriacas, se vio obligado a dimitir el 10 de abril de 1859. Maximiliano y su esposa, la princesa Carlota de Bélgica, se instalaron en el Castillo de Miramar, en la costa Dálmata, hasta aceptar el trono Mexicano en 1864.   

Como no tenía hijos, llegó a un acuerdo con la familia del primer emperador de México, Agustín de Iturbide, para adoptar a sus nietos. Uno de ellos, Agustín, fue designado príncipe heredero.

Maximiliano, un liberal europeo al estilo de la época, desarrolló a su llegada una política en desacuerdo con la posición tradicional de la clase conservadora y del clero mexicano. Incluso invitó a Benito Juarez a formar parte de su gobierno como Ministro de Justicia, aunque este no aceptó, y ratificó la desamortización de los bienes eclesiásticos. En su efímero gobierno promulgó el Estatuto Provisional del Imperio Mexicano, que no llegó a entrar en vigor, aunque tuvo validez jurídica porque dio pie a una amplia e importante legislación de carácter liberal y social que garantizaba los derechos del hombre y del trabajador.

A partir de 1865 el ejército francés empezó a sufrir derrotas a manos de las guerrillas mexicanas, abastecidas de armamento por los estadounidenses. La guerra culminó con la retirada del ejército francés y la rendición de los conservadores. Maximiliano fue capturado, juzgado por una corte marcial y fusilado en Querétalo el 19 de junio de 1867 junto a los generales Miramón y Mejía.

Sept 1
La ejecución de Maximiliano. Edpuard Manet, 1867.Galería de Arte de Mannheim. (Fuente: The York project)

El 15 de julio de 1867 Juárez entró en la Ciudad de México, marcando el fin del Segundo Imperio. Desde entonces México ha sido una república, aunque ahí no se acabaron las luchas por el poder.

BIBLIOGRAFIA:

  • América Hispánica. Guillermo Céspedes del Castillo. Ed. Labor, 1994.
  • Wikipedia.
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Cinta

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Un comentario en «MÉXICO: DE LA INDEPENDENCIA AL SEGUNDO IMPERIO»

  • el domingo, 29 de octubre de 2023 a las 7:53 pm
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    Magnífico artículo Cinta. Pobre Maximiliano, un hombre que probablemente creía posible “el buen gobierno de las cosas” y fue víctima, al igual que el querido México, de la “guerra perpetua”

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