HISTORIAS DEL CAÑETE
Si entre mis millones de lectores, alguno piensa por el título que se va a encontrar con alguna guarrada, le advierto que es mejor que rescate de los bajos fondos de su armario su Playboy preferido.
Esta es la crónica de un maravilloso encuentro culinario en el restaurante que acredita el nombre del titular.
Aunque la leáis miles de personas, estos párrafos están especialmente dedicados a esos maravillosos acompañantes que tanto me alegran la vida y sacan el lado bueno que se supone que tengo y me hacen algo mejor.
Quien espere una reseña culinaria va apañado. Disculpad mi torpeza e incompetencia.
A estas alturas, no recuerdo ni lo que comí. Sí recuerdo que me encantó.
Podríais pensar acertadamente también que no me acuerde por las seis botellas de vino y cava que desaparecieron (a mi izquierda y derecha tenía dos esponjas, pero no las nombraré porque me juego amistades y matrimonio).
Lo que es remarcable debe ser los hechos que motivan tal encuentro.
Manel, bendito él una vez más, con sus “locuras” e hiperactividad.
Maldigo el día que nuestro siempre añorado Ramón celebró sus sesenta años.
En realidad me maldigo yo.
Nos convocó a todos para compartir una de sus extravagantes invitaciones.
En mi caso no recuerdo bien el motivo, pero es muy probable que fuera la pereza o esa incertidumbre que producía siempre cualquier evento que Ramón convocaba.
Había asistido estupefacto a su cincuenta cumpleaños en una iglesia con misa y ceremonia y estaba un poco espantado.
Sí asistieron esta vez Maite, Lluís y Manel (también Teresa, amiga de Maite que nos acompañó a Italia y masacré piadosamente en aquella crónica)
A lo largo de una vida es imposible no arrepentirse de alguna acción, y yo hoy pido perdón a Ramón y me auto inculpo frente a tal ausencia.
El caso es que, cuentan las crónicas de entonces que al salir de la celebración, en las proximidades de las Ramblas, Manel mencionó la posibilidad de ir a tomar algo al tal ”Cañete”.
No pudo ser.
Maite, que no perdona una si hay tenedor y cuchillo de por medio, reclamó con razón la reparación del agravio.
Así fue como en una reunión Púa se propuso una comida “familiar” en dicho enclave.
Confieso que mi motivación fue más por estar juntos una vez más, que por interés gastronómico.
La sospechosa fecha propuesta por Manel, 28 de diciembre, debió intimidar a más de uno.
Sea como fuere, allí nos apuntamos, Manel, Adela, Gabi, Montse, Cristina, Pedro, Maite, Xavier, Ana y yo mismo (esto último es obvio porque si no como coño iba yo a escribir esta historia)
Después de una chapuza, una más, por parte de Manel con el horario, nos empezamos a reunir.
Pedro, Adela, Manel, Cristina, Ana y yo nos encontramos algo antes para pasear por el casco antiguo. Adela mermada por una reciente e inoportuna caída.
El horario nos concedió el tiempo justo para entrar, aprovechando que era gratis por supuesto, en el museo Marès del Palacio Real Mayor donde también se expone obra cedida por Bassat.

Pedro encontró que existen cabezas de tamaño superior al suyo. Hasta aquí da nuestra cultura.


Manel, con otro nivel cultural, iba como loco detrás de un “Manolo Valdés” que le pone mucho.
Sin contratiempos y puntualidad exquisita, llegamos al punto de encuentro en una preciosa mañana de diciembre.
Plaça del PÍ.
Encuentro con Gabi y Montse que al haber llegado antes y no encontrar a nadie empezaban a sospechar que lo del 28 de diciembre se lo comían con patatas.
Algo más tarde por estrictos motivos laborales, aparecía Maite y Xavier.
Las tripas de Cristina y Montse se mezclaban con las campanadas de la iglesia y el barullo de turistas.
La reserva de Manel, ¿por qué no revisamos sus actos?, estaba concretada a destiempo por lo que urgían unas patatas fritas.
Era imperativo un aperitivo con diez sillas a disposición, en plena plaça del Pí. Misión casi imposible para el resto de la humanidad no entrenada por algún Púa.
Lo primero fue apoderarse de una mesa y un par de sillas.
A partir de aquí, el robo de sillas y ocupaciones varias hasta conseguir las diez imposibles piezas, fue digno de ser narrado por Homero y su conquista de Troya.
Hubo un intento de apoderarse astutamente de sillas del bar vecino, pero los gritos de una china histérica que casi nos tira los cascos vacíos de unos Kas limón, nos acobardaron.
Nuestra diligente camarera, china también en lo que parece una epidemia, se las arregló echando a los vecinos, simpáticos y astutos turistas, que se vieron el percal y pagaron rapidito.
Hay que ver cómo cambia el mundo con una cerveza, cuatro aceitunas en la panza, un solete y rodeado de amigos.

Llegada por fin la hora, al Cañete que nos fuimos.
Manel, que igual la acierta que la caga, iba muy seguro.
Eso tranquiliza, aunque la cerveza ya rebotaba en las meninges o dónde carajo rebotan las cervezas.
Cañete, Carrer de la Unió 17.
“Barra y Mantel”, reza el cristal de la puerta.
Una inmensa y preciosa barra es precisamente lo primero que encuentras.
“La felicidad es una eterna disciplina”, mencionan.
Y ciertamente la felicidad te invade nada más entrar.
El estómago con sus alocados jugos ácidos, entra en alerta máxima pasando hacia la mesa reservada observando lo expuesto en la barra.
La situación de nuestra mesa, en un comedor semiprivado al cual se accede pasando por la cocina, un privilegio.
En la disposición de cada comensal a alguien (no puedo citar su nombre, Dios me libre) le tocó debajo del toro y sus respectivos cuernos. Alguien con muy mala leche, hará un comentario inoportuno.

Yo, pobre cronista, ángel del Cielo, me abstengo de comentar y realizar cábalas.
Sentarte al lado de Maite, es jugar a la ruleta rusa. Igual te roba un langostino que te recita a Harry Potter, pero es la más deliciosa de las posibilidades.


Todo perfecto.
Tal como anunciaba al iniciar el artículo, sobre temas culinarios me declaro insolvente.
Recuerdo que el comentario generalizado fue más que satisfactorio después de la segunda botella de vino y cava.
Sinceramente, fue un gustazo gastronómico y un nuevo baño de amistad y cordialidad.


Un perturbado Manel, seguramente por la hiperglucemia y nivel alcohólico, tuvo una última ocurrencia. Ya he comentado que tiene la virtud que te sube a las alturas igual que te aprieta los huevos.
“A ver quién acierta la suma total de la cuenta”
Por supuesto había penalización.
No recuerdo quién ganó. Gabi?, éste tiene más neuronas libres que los demás y es posible que fuera él.
Sí recuerdo perfectamente quién perdió.
No lo nombraré por respeto, vergüenza y amistad, pero es el mismo que estaba debajo del toro.
Entre sonrisas y abrazos, más contentos que Shakira comprobando su beneficio en cuenta corriente el último mes, nos fuimos despidiendo Rambla arriba, Rambla abajo.
Ya anochecía, las ganas de ver Barcelona con iluminación navideña (¿Existe la iluminación navideña en nuestra ciudad?) y la necesidad imperiosa de bajar comida y alcohol, animó a un pequeño grupo integrado por Cristina, Montse, Gabi , Ana y yo (si no los hubiera acompañado ¿Cómo escribo yo esto?) a continuar la fiesta por las céntricas calles que bordean las Ramblas.
El pragmatismo de Montse es brutal. Me impresionó de hecho, cuando entramos en una tienda de regalos y se zascó en menos de lo que yo escribo esto, EL MISMO regalo para toda la familia con el detalle de cambiar el color de unos a otros. En un plis, Reyes solucionados.
Gabi al salir parecía un porteador de Zambia paquete más paquete menos.
El paseo delicioso, la ciudad una mierda.
Lo de la plaça Sant Jaume merecía una tirada de pedos colectiva, alguno con nicotina pegada.
Qué brutos!
Confunden la austeridad con la negligencia y la indolencia. La supuesta modernez por la cutrez.
Paso a paso fuimos llegando al final de un nuevo encuentro que quedará ya en los anales de nuestra querida comunidad.
Manel, amado amigo, ya tardas en soltar otro reto, petardada o excusa para que este genial cronista se siga luciendo.
Allí estaré yo.
Genial Pepe. Me lo he pasado en grande leyendo el artículo. Como siempre tierno a la vez que irónico y mordaz. Una crónica de diez.
Gracias por transmitirnos y hacernos partícipes de esa llama potente que brilla en nuestros encuentros. Un abrazo
Pepe, amigo, cada vez te quiero más por lo bien que te explicas y por lo entrañable y cariñoso que eres con la mayoría de tus amigos…con la mayoria…porque a algunos -no soy el único- nos toca ser siempre el sparring castigado, el bufón cornudo o el cabezón acalcúlico, ja, ja, ja.
Así que, como sigues negándome una colaboración personal en tu About As, en la que te auguré que me resarciria de todas tus graciosas vejaciones…me he metido a terrorista (editor terrorista) informático…y tomándome la justicia por mi mano (nunca hubo causa más justa) he “retocado” el imaginario de tu entrada. Al texto no le he metido mano porque me puede mi rescoldo judeo-cristiano, pero si no me boicoteas, a partir de ahora una de las imágenes generará una divertida confusión.
Mis disculpas al imprescindible e involuntario colaborador y a su señora.
Te quiero Pepe.
Amigo Pepe, vas de genialidad en genialidad. No fallas una. Excelente!!
Una comunión mágica entre amigos relatada con ironía y cariño.
Lo de contar que estabas en el acto y por ende escribir la entrada con toda la personalidad que merece, está bien; no sea que un día en la aún lejana vejez te olvides de estar y cuentes lo sucedido como si hubieses estado, que ya has hecho alguna vez y que nos resulta igual de genial o más.
Eres el “Messi del about us”.
Te quiero amigo 😀👏
Genial pepe!!! No ha quedado detalle por contar!!!! Aparte de la suerte de haberme podido apuntar a la salida con “de todo”, me ha encantado poder recordar incluso lo que en aquel momento me perdí, como el tenedor que me clavó la china por la espalda jjjjjjj!!!!! Fantástico veros otra vez y compartir rato, risas y placeres varios!!!
Un gustazo siempre leerte.
Un fuerte abrazo
Cristina