SANTO DOMINGO DE SILOS
CONCURS CERCANT L’ART (juny):
Solución: Monasterio de Santo Domingo de Silos. Burgos. Estilo arquitectónico: Románico.
Acertantes (por orden alfabético): Pepe, Pere R i Pere Sánchez.
COMENTARIO:
Al abrigo de la sierra de la Demanda, en un pequeño valle conocido como valle de Tabladillo, surcado por el arroyo Mataviejas y el río Peñacoba que se dirigen hacia el oeste buscando al río Arlanza, se encuentra el monasterio de Santo Domingo de Silos que dio nombre al municipio que lo alberga.
Se cree que la vida monástica ya existía a finales del siglo IX en todo el valle de Tabladillo, organizada en granjas monástico-familiares. Se considera que el monasterio de Santo Domingo de Silos fue fundado a finales del siglo IX o principios del X por religiosos probablemente procedentes del sur peninsular, al tiempo que se fundaron los monasterios cercanos de Arlanza o Cardeña. La primera referencia escrita del monasterio es del año 954 y en el texto se relata como el conde de Castilla Fernán Gonzalez donó sus territorios y el dominio de la zona para que allí se asentara la comunidad religiosa.
Entre los siglos IX y XI, el valle de Tabladillo fue una zona estratégica, frontera entre los territorios cristianos de Castilla y los del califato de Córdoba. Ello provocó que sufriera constantes incursiones de las tropas de Almanzor y por tanto una situación de gran inestabilidad hasta después del año 1000.
Debido a los estragos de Almanzor, el monasterio cayó en gran decadencia, hasta que en el año 1041, enviado por el rey Fernando I de Castilla, el monje riojano Domingo Manso fue nombrado abad y con ímpetu restaurador levantó el monasterio silense. El abad murió en 1073 y fue canonizado el año 1076. Por la fama de sus milagros, su tumba se convirtió en lugar de peregrinación, lo cual enriqueció al monasterio. Quince años después de su muerte se construyó en el lugar un templo semejante al de San Pedro de Arlanza en el estilo arquitectónico imperante de la época, el románico.
En 1512, el monasterio se adhirió a la Congregación Benedictina de Valladolid y se fue construyendo el monasterio moderno junto al medieval: muralla, ala sur para las celdas de los monjes, capilla de Santo Domingo e iglesia neoclásico-barroca. En la iglesia queda algún resto del templo mozárabe del siglo X sobre la que fue levantada.
En noviembre de 1835, obedeciendo el decreto de exclaustración del gobierno de Mendizábal, la comunidad se dispersó y se interrumpió la vida monástica benedictina de Silos durante cuarenta y cinco años.
El 18 de diciembre de 1880, un grupo de monjes benedictinos de la abadía francesa de San Martín de Ligugé, ante la imposibilidad de seguir en su monasterio por las leyes francesas, abandonaron su abadía y llegaron a Silos. Dirigidos por Ildefonso Guépin, monje de Solesmes, restauraron la vida monástica en el monasterio y lo salvaron de una ruina total.
En la actualidad, Silos se compone de dos monasterios yuxtapuestos en torno a dos claustros, el medieval y el moderno o clásico-barroco con la iglesia al Norte y la gran ala Sur o zona habitacional. Esta parte sufrió un pavoroso incendio en 1970 y se redujo a cenizas. Durante los años 1971-1972 se acometió la restauración de la zona devastada por el fuego, dejando el monasterio prácticamente como se puede ver a día de hoy.

En una sala medieval, se exponen hoy las piezas principales que se salvaron del naufragio de la desamortización (1835-1880): esculturas mozárabes y románicas, testimonios arqueológicos de la primera vida monástica de Silos, pinturas anónimas sobre madera, varias piezas de orfebrería, esmaltes del antiguo y actual taller del monasterio y otras piezas de gran valor artístico e histórico, como el tímpano de una de las puertas de la iglesia destruida de Silos.
A la puerta del monasterio nos recibe una monumental secuoya y al traspasar el umbral nos espera una de las maravillas del Medievo, el claustro.

El claustro ha sido siempre el centro de la comunidad monástica, lugar propicio para la contemplación, el paseo y el descanso. En él convergen y de él parten los otros edificios del monasterio y las actividades de los monjes. En la Edad Media, al Norte s encontraba la iglesia; al Este la sala capitular, lugar de reunión de la comunidad, y el Scriptorium, donde se copiaban con suma paciencia y arte los manuscritos; al Sur la cocina y el comedor en la planta baja y el dormitorio en la planta superior; al Oeste la hospedería en ambos niveles.
Arquitectónicamente, el claustro de Silos tiene dos niveles superpuestos: el claustro inferior y el claustro superior. El claustro inferior se construyó en dos etapas: las galerías Oriente y Norte son de la segunda mitad del siglo XI y las galerías Poniente y Sur son del siglo XII. El plano solar forma un rectángulo, con 16 arcos en las galerías Norte y Sur y 14 en las galerías de Oriente y Poniente. El claustro superior se construyó a finales del siglo XII.
Lo que le hace único y le convierte en uno de los monumentos capitales del Arte Románico al monasterio de Silos es el claustro inferior, por la importancia de la escultura de sus capiteles, compuestos de elementos decorativos vegetales y animales, y los ocho relieves en los machones angulares, de temática bíblica.


Hay que empezar la visita por el ángulo Nor-oriental, por donde probablemente se comenzó a construir el claustro y fijarse en los 6 bajorrelieves del primer maestro en el que están representadas sendas escenas posteriores a la muerte de Cristo: la Ascensión; Pentecostés; la Sepultura y Resurrección; el descendimiento de la cruz que centra, por el tamaño y la perfección, todo el cuadro de la figura de Cristo muerto; los discípulos de Emaús, donde el tamaño mayor de las figuras, los pies en movimiento, el zurrón, las conchas, dan al cuadro grandeza y se evoca la idea de peregrinación y de encuentro; y por último la duda de Santo Tomás, un conjunto armonioso, lleno, enmarcado todo en un castillo medieval.
Por añadidura, los capiteles de la primera etapa, del 1 al 36, perfectamente terminados, merecerían cada uno un análisis individual y detallado, aunque para admirarlos basta contemplarlos con sosiego.



Los bajorrelieve de época posterior, el de la Anunciación y el Árbol de Jesé, pertenecientes a finales del siglo XII, son también obras maestra, tanto por el tema como por el desarrollo escultórico, aunque este último está más deteriorado. Los capiteles del 37 al 46, fruto de distintas manos y de temas variados, pertenecen a esta segunda etapa.
Merece la pena visitar también la botica y la biblioteca. Los monjes, gestionaron en la Edad Media un hospital y una leprosería. De esta forma se familiarizaron con la botánica. De esta actividad aun se conserva una farmacia de principios del siglo XVIII (1705). En su época de actividad, la farmacia se componía de jardín botánico especializado, laboratorio bioquímico, biblioteca y botamen.
La biblioteca cuenta con cerca de 400 volúmenes, algunos del siglo XVI y más de los siglos XVII-XIX. Destaca un magnífico Dioscórides (1525), con excelentes dibujos de animales y plantas que junto con otros libros eran de necesaria consulta para los boticarios del monasterio o para los elaboradores de licores de hierbas.
El botamen guarda cerca de 400 jarros, todos ellos de loza, hechos expresamente para la botica de Silos, con el escudo del monasterio. Se puede admirar también la conservación de los anaqueles, con tarros para las pócimas y remedios, así como los hornos, retortas, alambiques y demás instrumentos de cocimiento y alquitaramiento de sustancias, con su aire entre fáustico o alquímico propio de los inicios científicos.
No quedan rastros del jardín botánico, pero en el jardín del claustro permanece un ciprés que embellece y resalta el lugar. Plantado en 1882, ha ido creciendo, tupido y esbelto, hasta alcanzar más de 25m. de altura y nos recuerda que la naturaleza no solo es el reino, es la reina. Varios poetas le han dedicado versos y he escogido el de Gerardo Diego para finalizar este recordatorio de Silos y desearos buen verano y buena sombra.

Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño;
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas de Arlanza
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales.
Como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos.
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Cinta, no tengo perdón porque he estado en el monasterio y porque el soneto de Gerardo Diego es uno de mis poemas favoritos.
Buscando ahora lo que no busqué para resolverlo, he visto que el poeta lo escribió en su primera estancia en Silos (1924), cuando pasó una noche en una celda del monasterio y lo dejó escrito en el libro de visitas al despedirse la mañana siguiente de los monjes. Explican en el artículo que, durante mucho tiempo, no existió más copia que esa.
¡Cuánto aprendo de arte contigo , querida amiga, tanto en los planteamientos como en la resolución! Sigue ayudándonos a descubrir (y redescubrir) joyas como ésta. Besos.