TRES AMIGOS Y BARCELONA
Ya me perdonaréis mis queridos y amados lectores, si en esta ocasión me convierto en protagonista de un relato.
Naturalmente me he resistido, pero el aluvión de correos que he recibido solicitando una crónica de los hechos, me ha obligado a cumplir con mi destino excelso.
Resulta que mi estimado Pedro está tomando la sana costumbre de dejarse ver por Barcelona más habitualmente que tiempos atrás y acude al teléfono más diligentemente que un empleado de Vodafone.
A su propuesta de un paseo por nuestra querida ciudad incorporó a otro súper héroe de pacotilla sin capa ni poderes.
Manel, súper poderes no tiene que yo sepa, pero a capacidad de liarla (igual es un súper poder y yo sin enterarme) no hay quien le haga sombra.
Su propuesta fue muy bienvenida desde un principio.
Circuito de librerías, paseo y comida.
Yo era reticente porque, dado mi éxito editorial, temía una avalancha de admiradores en cualquier momento.
No les quise condicionar porque mi proverbial modestia me lo veló.
Quedamos puntuales frente a la librería Ona, primera parada.
Interesante y bonita librería con gran surtido de ediciones en catalán exclusivamente.
Algo desordenada para un visitante no habitual.
Manel aquí ya consiguió desatascar el melindro que había desayunado y se le había quedado incrustado en una sinapsis frontal de su cerebro.
Propuso uno de sus siniestros y divertidos retos a “pares y nones”. El jueguecito tenía que determinar un orden según el cual tú recibías un libro de uno de los presentes y le regalabas al otro uno de tu elección.
Puesto que a este infantil sistema no recurríamos desde que nos salieron pelos en … las piernas y empezamos a llevar pantalones largos, Pedro y yo nos hicimos la picha un lío y obviamente perdimos. Bueno, obviamente Pedro, más obtuso, perdió más que yo.
El sistema no importaba una mierda porque al final hicimos lo que nos dio la gana.
No encontramos el objeto de nuestro deseo en dicha librería y pudimos salir tranquilos y contentos sin incidentes remarcables.
El siguiente objetivo se encontraba en la acera de enfrente.
La noticia de mi presencia en la zona había corrido lógicamente por las calles vecinas, cual Shakira en un concesionario Twingo.
Una multitud se agolpaba en la puerta de Laie. Una de las mejores y más encantadoras librerías de Barcelona.
Tuvo que acudir la guardia urbana, a la que aproveché para recordar lo mal que cuentan a mis lectores, a poner orden. Todos los agentes, eran como cien mil, reconocieron ser fervientes lectores de mi sección, pero la cabra tira al monte y órdenes son órdenes.
Pedro y Manel, sin un átomo de gloria ni glamour, esperaban dentro ojeando distraídamente algún que otro libro.
La gente gritaba histérica … “el Nóbel, el Nóbel, que te den el Nóbel de una vez” …
Cuando conseguí un megáfono y un poco de paz, les recordé que con el Pullitzer conseguido,, todos los demás premios posibles y muy especialmente su cariño, me consideraba satisfecho.
El Nóbel, igual que el Oscar, no se entrega ni entiende el humor.
Annie Ernaux me reconoció su sana envidia (yo aproveché para recriminarle que la envidia nunca es sana) frente a mi delirante y fiel manera de relatar la cotidianidad.
Le prometí unas clases siempre que no se me follara porque después de leer su último libro miedo me da.
Entre lágrimas de emoción, me pareció ver que alguno necesitó masaje cardíaco, me hicieron un largo pasillo de honor.
Ya dentro de la magnífica librería sentí un baño de paz. Lo vivido fuera me pareció un sueño.
El olor a libros acudió en mi ayuda.


Debía elegir un libro para Manel a quien el destino y la suerte (para él) había decidido que sería el favorecido por una de mis sabias decisiones.
Me incliné por dos cuentos de Roald Dahl, muy controvertido actualmente por ser políticamente incorrecto y con el que me siento profundamente identificado.
Para ser justos, le habría regalado sólo un cuento, “El Librero”, pero para mi desgracia venía en un doblete con otra pequeña joya, “La Cata” y no tuve más remedio que tirar la casa por la ventana en un despilfarro sin precedentes.
Manel lloró comprendiendo (en realidad no comprendía nada) el nivel de mi elección.
Yo encontré para mí, “Maniobras de Evasión” de Pedro Mairal, libro que buscaba desde hace tiempo.
Mientras pagaba mi compra, a pesar de la abrumadora insistencia por parte de la bella cajera para que me dejara invitar (tuve que recordarle que era un trato de honor entre amigos) los libreros que obviamente conocían mi obra y excelente prosa, me pidieron unos mil autógrafos más.
En nuestra agradable conversación les hablé de Maite, nuestra brillante responsable de sección literaria. Me confesaron que lamentablemente no la conocían, ni a ella ni a su obra. No me lo confirmaron, pero es obvio que estaban sólo pendientes de otros artículos brillantes de la web.
No quiero especificar cuáles para no herir sensibilidades, pero empiezan por “Ab” y terminan por “Us”.
Salimos felices y contentos con nuestras compras hacia un nuevo objetivo.
La muchedumbre se había disuelto.
Caminamos, guiados por un diligente Manel, por el barrio de la Ribera.
Nos hizo observar lo observable y apreciar lo apreciable.
Una delicia sin duda.
Pedro, con más sed que el dromedario de Lawrence de Arabia, reclamaba una cerveza urgente.
Llegamos a nuestro siguiente objetivo,
Ante nosotros el maravilloso Ateneu de la calle Canuda.
Confieso que nunca había pasado del precioso vestíbulo y ver que habían colocado mi retrato junto al de otros prestigiosos escritores catalanes, me trastocó.
Con los ojos nublados por la emoción traspasé la puerta de ese Olimpo que se abría merced al buen hacer de un amable ujier al que le di un generoso euro.
Al desentelarse mi mente pude apreciar en el rostro del amable personal rasgos muy semejantes a los de Manel, qué casualidades tiene mi destino.
Dimos cuenta de la ansiada cerveza en el jardín interior del lugar en un enclave ciertamente delicioso.

Visita a la insigne biblioteca y andando hacia el restaurante elegido por nuestro programador del día.
Tiempo tuvimos de parar en otra librería de referencia, ”La Central” donde Pedro por fin encontró el libro que andaba buscando para regalarme.
“El rastre blau de les formigues” de Ponç Pons. No quiero que nadie piense en que me he confundido con Pini Pon, Ping Pong o Chin Pon.
Hablamos de un excelso poeta menorquín.
Libro de sentencias, muchas dedicadas a nuestra web … “llegir per matar el temps és un assassinat” … “Els dies escrits són més viscuts” …
Cargados de buenos libros llegamos a la calle Manso y concretamente al restaurante Maleducat.

Buena elección sin duda, no barata aunque para mí, el concepto caro o barato está en función de lo que te ofrecen.
Aquí estaba más que justificado. Los tres vermuts, la ostra tibia, torradeta de tartar, crudo de calamar, steak tartar, pésol del Maresme, tendons de vedella, lletons de vedella y postre de chocolate ….¿cómo te quedas?


El vino, “La Púa”, por supuesto … verídico.


Medio borrachos y más contentos que las pascuas aún tuvimos tiempo de parar en dos librerías más.
Finestres, realmente bella y sobre cogedora aunque en ello encuentro su pecado.
Altair, como sabéis especializada en viajes.


Aquí también quedé profundamente confundido porque tampoco tenían noticias de nuestros afamados cronistas de viajes, Pere y Gab,i y sí de mi enorme popularidad.
El día languidecía, pero Manel necesitaba llegar a casa de su nieta Lía con un justificante.
Afortunadamente en la Abacus de Rambla de Catalunya encontró el objeto de su deseo, “Caperucita Roja Deluxe”, “encuentra el camino hasta la abuelita” que tal y como están los tiempos por menos te meten un puro.

Despedido primero Pedro con gran emoción, proseguimos hacia el coche Manel y yo.
El muy pavo real, se tuvo que detener en su pija peluquería del pasaje Concepció.
No sé si lo que quería era darse por fin un baño de multitudes, vengando su bochorno anterior, o enseñarme a su coqueta peluquera, que le deja sin media pensión cada vez que va, y a la muy simpática recepcionista que le cobra 40 euros por un champú que en el Carrefour vale siete.
Tal vez quería humillarme ante el personal por mi escasa pluma, sin entender que cuando uno tiene un recalentamiento cerebral por sobre inteligencia, Max seguro que me entiende, se te quema el pelo y se cae.
La chica era una gran profesional, también es cierto, porque al ver la escasez no vomitó y aún menos cuando le expliqué que el pelusín que queda me lo corta un Paqui por seis euros.
Sin más tropiezos ni sorpresas llegamos al Párking que nos devolvió a nuestra realidad.
Bellísimo día, grandes amigos que hacen que el mundo sea un poco mejor.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Feliz Sant Jordi 2023 !!!!!
Pepe, envejable dia entre amics.
M’hagués encantat poder acompanyar-vos, però el meu viatge a les antípodes per a nutrir la PUAWEB m’ho va impedir.
Ah!, a Altaïr, tan al Gabi com a mí no ens coneixen perquè signen amb pseudònim.
Magnífic, amic 😀👏
Que bonito día de Sant Jordi, lejos del mundanal ruido de haber acudido el mismo día. No se de cierto que tiene tu relato, pero si que me ha hecho sonreír todo el tiempo. Tres amigos por Barcelona, que maravilla. A quién le tocó Caperucita?
Bueno, bueno, bueno, no se quien estará de acuerdo conmigo, pero hoy he tenido la sensación que desde unas primeras más oníricas y surrealistas, tus crónicas estan incorporando tintes cada vez más atinados, cada vez más cervantinos. El pulitzer te quedará pequeño, al tiempo.
Querido Pepe, amigo del alma, para los que te conocemos bien eres un libro abierto… y sabemos leer entre lineas la cercanía y el cariño que tus ficciones destilan.
Da igual que uno aparezca galardonado con el gracioso calificativo de obtuso, es decir torpe, tardo, lerdo, tupido, cazurro…uno sabe que tú, en el fondo, le consideras CASI tan agudo, fino, sutil, perspicaz, ocurrente e ingenioso como a ti mismo.
Utilizando un simil horto-frutícola para que tu me entiendas:
Aquí nunca se parten peras, antes al contrario se está a partir un piñón.
Deseando estoy de volver a juntarnos y hacer piña.