TIERRA DEL FUEGO Y CABO DE HORNOS, EN LOS CONFINES DE LA TIERRA
Desde el siglo XVI, los exploradores y navegantes consideraron la Tierra del Fuego como el fin del mundo y todavía hoy continúa ejerciendo una atracción hipnótica sobre los viajeros que acuden con avidez a la llamada de lo más remoto, lo más inhóspito, la última frontera de la Tierra.
América continental acaba en el Estrecho de Magallanes, enorme y complicado canal marino que comunica el océano Atlántico con el océano Pacífico. Al sur de dicho Estrecho, se halla la parte insular de América, el gigantesco Archipiélago de Tierra del Fuego, cuya isla más grande y principal, Isla Grande de Tierra del Fuego, se extiende hasta el otro gran canal que comunica Atlántico y Pacífico, el Canal de Beagle.

El Canal de Beagle, con unos 300 km de longitud, fue descubierto en 1830 por la expedición de la marina británica realizada por el legendario bergantín HMS Beagle, comandado por el teniente Fitz Roy y en la que figuraba como científico y naturalista, Charles Darwin cuyas observaciones y estudios durante los casi 5 años que duró el viaje, acabaron convirtiéndose en su famosísima obra El Origen de las Especies, donde el concepto de la evolución natural de las especies significaría un antes y un después en el mundo de la biología.
Por debajo del Canal de Beagle, existen numerosas islas de diferentes tamaños, casi todas deshabitadas, hasta llegar a la pequeña isla de Hornos, la más austral, a partir de la cual se extienden 1.000 km de mar hasta llegar a la Antártida.
La geografía de este archipiélago es sumamente caprichosa, un conjunto de islas de perfiles imposibles, canales de aguas cristalinas, fiordos, montañas nevadas, glaciares que mueren en el mar, es el final de la cordillera de los Andes, un paisaje duro y desolado en el que hay poquísimos asentamientos humanos.
Actualmente, casi todo el archipiélago pertenece a Chile, con excepción de la parte oriental de la Isla Grande y la isla de los Estados, al este. Que pertenece a Argentina.
Nuestra aventura en estos recónditos lugares consistirá en navegar a través del Canal de Beagle y el Estrecho de Magallanes, entre las ciudades de Usuahia, en Argentina y Punta Arenas, en Chile.
Se trata de una travesía muy especial, pues todo el recorrido forma parte del Parque Nacional Alberto de Agostini. Por ese motivo, solo existe una compañía, de titularidad estatal chilena, que realiza con frecuencia semanal dicho recorrido. Lo denominan, un poco eufemísticamente, Crucero de Exploración, porque parte de los miembros de la tripulación son personal cualificado que realizan labores de control científico de los hielos, pureza de las aguas o monitorización de algunas de las especies que habitan estos parajes. Es ese personal el que se encarga de hacer de guías de los “viajeros” y de desarrollar el programa de charlas divulgativas que a diario se imparten en el barco.
Mi amigo Manel me recomendó hacer esta travesía que él ya había hecho. Me insistió mucho, me dijo que sería lo mejor del viaje y tengo que reconocer que así fue.

Llegamos a Usuahia en vuelo procedente de Buenos Aires. Ciudad sencilla de unos 70.000 habitantes, situada en una preciosa bahía alojada en el Canal de Beagle. De clima subpolar, con vientos constantes, llovizna y cielo gris gran parte de los días. A pesar de todo, la ciudad tiene vida y encanto, con actividad portuaria y turismo. Pasamos un par de días, hasta que nos embarcamos en el Mare Australis, pequeño barco con capacidad para 120 pasajeros, en el que pasaríamos los siguientes cuatro días.
El primer día al partir de Usuahia, seguimos el Canal de Beagle hacia el este, hacia el Atlántico, para en algún punto tomar dirección sur para dirigirnos al primero de nuestros puntos de visita más deseados, el Cabo de Hornos.
La Isla de Hornos es la más austral del archipiélago y el Cabo de Hornos, el lugar donde confluyen los océanos Atlántico y Pacífico, es el paso más difícil y temido en todos los tiempos por cualquier tipo de embarcación y navegante. No hay otro punto en el Planeta donde los vientos sean más fuertes y constantes, ni las olas sean más altas.
Los primeros marineros que lograron doblarlo fueron los holandeses Willem Schouten y Jakob La Marie, en 1616, en lo que fue la primera vuelta al mundo por esa ruta. Schouten bautizó al cabo con el nombre de Hoorn, nombre de la ciudad holandesa donde él había nacido. Posteriormente, se cambió el nombre de Hoorn a Hornos, en lo que se considera fue un error de traducción.
Nuestro objetivo, desembarcar en la isla de Hornos para pasear por ella, visitar el faro y el emblemático monumento a los marinos, dependerá de las condiciones climatológicas y del oleaje, ya que la isla no tiene ni puerto, ni embarcadero…, ni pantalán. Nos acercaremos en zodiacs y el aguerrido personal de la tripulación del Mare Australis nos ayudará a saltar sobre unas pasarelas que ellos montan y sobre las que podremos acceder a tierra firme. Luego subiremos el acantilado por unas escaleras de madera sólidamente construidas, que nos situarán, ya sí, en la zona plana de la isla. Hay que decir que este desembarque se hace por la parte norte de la isla, que es la más resguardada de las olas y además utilizan una pequeña bahía que también ofrece protección.


Tuvimos mucha suerte y esa mañana, los que quisimos hacerlo, pudimos desembarcar. Estuvimos en la isla como un par de horas. Primero visitamos la única zona construida, que es una ermita, el pequeño Faro y la casa donde vive el farero, un militar chileno que vive en ese lugar con su familia durante un año, siendo relevado al acabar ese período, por otro militar. Creo recordar que tenía rango de sargento y al parecer, cada año había cientos de peticiones para ser el farero de Hornos.

Después, vamos a visitar el monumento levantado en homenaje a los marinos que perdieron la vida intentando doblar Cabo de Hornos, que es una sólida construcción metálica de un albatros volando. Según la leyenda, estos albatros de Cabo de Hornos llevan las almas de los marineros fallecidos al pasar por este lugar. Se llega tras un agradable paseo, atravesando una verde zona ondulada, a campo abierto y con la visión del monumento a lo lejos. Al final hay que ascender a un suave montículo desde el que se ven parte de la costa de la isla y hacia el sur, las vistas interminables de los mares Atlántico y Pacifico.
Los dos días siguientes toca ir avanzando en nuestro recorrido por el Canal, disfrutando desde las cubiertas del barco de un espectáculo sin igual, contemplando las afiladas montañas de la Cordillera Darwin, que levantan picos de hasta 2.500 m, con nieves eternas y espectaculares glaciares que llegan hasta los pequeños fiordos que abocan al Canal principal. Hay un brazo del Canal llamado la Avenida de los Glaciares, donde se suceden varios de ellos y donde de manera especial el barco entra en los fiordos para favorecer su contemplación. También se realizan desembarcos para acercarnos en las zodiacs a la parte final de alguno de estos fiordos, observando de cerca la fauna que habita estos lugares, como las colonias de cormoranes marinos. Finalmente, nos acercamos al frente del glaciar. Estar en silencio, oyendo el crepitar y los crujidos de la inmensa pared de hielo azul que tenemos delante, es algo inolvidable.


Seguimos nuestro plácido recorrido alternando excursiones en las zodiacs, con ratos en las cubiertas desde donde contemplar ensimismados la abrumadora naturaleza que nos rodea. En otros momentos, esos ratos los pasaremos dentro de la nave, ya sea cómodamente leyendo en alguno de sus salones o cafeterías, o asistiendo a las charlas que el Crucero tiene programadas todos los días, para hablar de los aborígenes de Tierra de Fuego, de las características geográficas de la zona, de la formación de los glaciares, o de las historias de los primeros marinos que en los siglos XVI, XVII y XVIII surcaron estas aguas, doblaron sus cabos y cartografiaron la zona
Cambia la escenografía y lo que era claramente un canal delimitado por las altas montañas nevadas, los fiordos y los glaciares, se va transformando en un entramado de canales y pequeñas islas a través de las cuales el Canal de Beagle se va abriendo paso hacia el Pacífico. Nosotros cambiaremos de rumbo, tomando dirección norte a través del llamado Canal de la Magdalena, que desemboca en el Estrecho de Magallanes, en una zona especialmente amplia, a la altura del Cabo de Froward, el punto más austral de la parte continental de América.

El cabo de Froward es un promontorio con un acantilado de 400 m de altura, en cuya cima existe una construcción para identificar ese significativo lugar, una cruz metálica, de acero, de 24 m de altura, conocida como La Cruz de los Mares.
El Estrecho de Magallanes, con aproximadamente 500 km, fue descubierto en su totalidad y atravesado por primera vez en 1520 por Fernando de Magallanes, que empleó 37 días en llegar al Pacífico, en lo que constituyó la primera vuelta al mundo y que supuso en aquel momento la única e importantísima vía de acceso a las costas occidentales del continente americano. A pesar de ello, siempre tuvo muy restringida la navegación por su dificultad y peligrosidad, hasta que se convirtiera en el paso de elección con la aparición de los barcos de vapor en la segunda mitad del siglo XIX. Fue a partir entonces cuando en su orilla continental fue adquiriendo importancia la ciudad de Punta Arenas, que se convirtió en el puerto necesario para las escalas de los barcos que circulaban por el Estrecho y que actualmente es una próspera ciudad de 140.000 habitantes.
A nosotros aún nos queda una sorprendente visita antes de desembarcar en Punta Arenas, nuestro destino final. Visitaremos la pequeña Isla de la Magdalena, en pleno Estrecho de Magallanes, que es Parque Nacional desde 1966. Como siempre, nos trasladaremos, desde la nave principal, en zodiacs y desembarcaremos en la isla para hacer por ella un pequeño recorrido a pie, por un sendero marcado, de aproximadamente una hora. En la isla solo hay un faro y una colonia de unos 20.000 pingüinos magallánicos, que son los absolutos reyes de la isla. Lo sorprendente es que desde el momento del desembarco y durante todo el paseo, estás constantemente rodeado por los pingüinos, viviendo una experiencia única y maravillosa.


Por fin desembarcamos en Punta Arenas, bonita ciudad en la que pasamos un día antes de seguir nuestro viaje, que aún nos deparará muchos momentos felices, pero sin duda la experiencia vivida durante 4 días en nuestra “casa flotante” será para siempre uno de los mejores recuerdos viajeros que persista en nuestra memoria.
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Amigo Gabi, fascinante relato de un viaje a una de las zonas más impresionantes del planeta.
Cualquier espíritu aventurero sueña con pisar alguna vez esas tierras y yo mismo, no soy ajeno a ello.
He disfrutado de tu narrativa y descripción, volando al mismo tiempo con mi imaginación a tan lejanos paraísos.
Gracias. Abrazos.
Gracias a tí, Pere, por leerlo y celebro que te haya gustado y sobretodo, que te genere deseos de ir a ese lugar que, sin duda, ya tienes en tu imaginario viajero desde siempre. No defrauda, trasmite sensación de descubrimiento y te hace sentir un poco explorador, como los que de verdad lo hicieron hace 3 o 4 siglos. Te deseo que tu sueño de espíritu aventurero, se cumpla.
Un abrazo.
Gabi, como siempre liviano y a la vez intenso. No sólo lo haces sugerente, si no que consigues incitar y animas a cualquier viajero que te lea, a maquinar cómo narices poder hacer ese viaje algún día.
Las fotos como siempre preciosas e ilustrativas de cada tramo. El texto fluido, estimulante e instructivo y con las interesantes gotas de historia para saborear a fondo la travesia. Un auténtico placer.
Gracias y un Abrazo
Te agradezco mucho tus alabanzas, Pere. Es un viaje fantástico y por tanto es fácil trasmitir las sensaciones que sientes cuando estás allí.
Te lo voy diciendo en muchos de los viajes que escribo y te lo repito en este…., es un viaje que tiene una magia especial, a tí te encantaría……
Un abrazo.
Amigo Gabo, no sabes como me alegra haber compartido contigo la experiencia de Tierra de Fuego y Cabo de Hornos. Hoy, gracias a tu excelente relato, he podido revivirlo con emoción. No quisiera, para nada, reiterar detalles que tu aproximas con acierto y con belleza, pero me permitirás que explicite aquel momento memorable que signifca el desembarco en la isla de Hornos. Seguro que te puedes imaginar mi nerviosismo al esperar pacientemente nuestro turno para bajar a la zodiac y a los pocos minutos, llegar a la isla. Aquella mañana gris, como siempre ventosa, con aquel mar negro que infunde miedo más que respeto, pude deambular por los lugares que describes y otear el famoso cabo que había alumbrado mi imaginario juvenil. En mi experiencia, es el momento de mayor impacto emocional y visual que he tenido en mi vida viajera. Un momento inolvidable que hoy, tu, me permites recordar.
Gracias
Estoy completamente de cuerdo contigo, Manel, en que estar en Cabo de Hornos…., es una vivencia especial, no solo por lo que supone en el aspecto psicológico, sino porque muy poquita gente lo puede hacer por lo restringido que lo tiene el gobierno chileno.
Me ha encantado tu rememoración del desembarco y me ha traído recuerdos nuevos….., que buena tu frase…”…con aquel mar negro, que infunde miedo más que respeto”, es verdad, navegar en la zodíac por ese mar negro, desembarcar en la isla, asomarse a los acantilados…., daba miedo, ahora me lo has hecho recordar !
Un abrazo.
Maravilloso viaje y excelente narración, Gabi. De entrada, me ha encantado la explicación que das de la geografía de la zona y de sus descubridores y después he disfrutado muchísimo con la descripción del crucero. Me imagino que es un escenario imponente, sobrecogedor, donde experimentar toda la fuerza de la naturaleza. No me extraña que os haya dejado tanta huella. Es un viaje de ensueño.
Gracias y un abrazo.
Me alegro Cinta, que te haya gustado el estilo narrativo y te haya resultado sugerente el viaje en sí. La verdad es que es un sitio especial ( como hay muchísimos….) y eso se percibe, bueno, al menos yo, que cuando voy de viaje siempre lo hago predispuesto a que me va a encantar…. Y claro, no falla….., siempre me gusta.. jaja
Gracias por leerlo y por tus comentarios.
Un abrazo
¡Quiero hacer ese viaje, Gabi!, concretamente el crucero de cuatro días que tan bien explicas y veo dentro de mis posibilidades. Para el resto del viaje te molestaré para posibles alternativas adaptadas .que deben existir, tengo que conocer esa zona que ya aparecía en mis sueños infantiles, gracias a los libros de Emilio Salgari al que tú superas en calidad descriptiva.
Un fuerte abrazo.
Te felicito, Maite, que esa maravillosa zona ya apareciera en tus sueños infantiles, dice mucho de tí. Si de verdad ese viaje lo quisieras hacer, por supuesto que aparte del crucero, yo estaría encantado de explicarte otras aventurillas que tuvimos por la zona y otras que no tuvimos, pero que se pueden hacer.
Gracias por tus comentarios…, te has pasado con lo de Salgari !! jajaja…….
Un fuerte abrazo