PELOPONESO, PRIMERAS CULTURAS EUROPEAS

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Viajar por la península del Peloponeso, en Grecia, es hacer un recorrido por la historia de las primeras culturas de Europa, por el esplendor del Helenismo clásico y por las sucesivas culturas bizantinas, otomanas y venecianas que dominaron a lo largo de los siglos esta tierra. 

Micenas, Tirinto o Pilos, son los lugares míticos del Peloponeso que dominaron en la Grecia preclásica a partir del siglo XV a de C.  Es la civilización Micénica, la de los Aqueos de la guerra de Troya explicada por Homero en la Iliada.

Olimpia, Esparta o Epidauro, toman preponderancia a partir del siglo VIII a de C, es la época de las guerras de las ciudades-estado griegas y el posterior esplendor del período Clásico, dominado por Atenas.

Mystras, Monenvasia, Methoni o Nauplia, nos muestran el importante paso de culturas mucho más recientes como el imperio romano de oriente, conocido como Imperio Bizantino, que dominó el Peloponeso y toda la cuenca mediterránea oriental entre los siglos III al XV de nuestra era.  Después vendría el dominio turco, Imperio Otomano, que mantuvo constantes guerras con la República Veneciana, durante los siglos XVI y XVII.

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Hicimos el viaje en autocaravana, con nuestros amigos Carmen y Miguel, atravesando durante 10 días Francia e Italia hasta llegar a Ancona, en la costa italiana del Adriático, desde donde embarcamos para llegar a la ciudad de Patras, ya en Peloponeso, tras 20 horas de navegación.

Desde Patras recorrimos esta península, dándole la vuelta en sentido antihorario, siguiendo principalmente el perímetro costero y volviendo de nuevo a Patras para embarcar nuevamente hacia Italia. Si se viaja a Grecia en avión, llegando a Atenas, lo suyo sería alquilar un coche y hacer el recorrido entrando al Peloponeso por el estrecho de Corinto, que está a unos 80 km de Atenas.

El primer lugar histórico que visitamos fue el sitio arqueológico de Olimpia. 

Situado en un fértil valle, el Santuario de Olimpia tuvo su esplendor acogiendo durante casi 12 siglos los Juegos Olímpicos de la Antigüedad.  Se celebraron a partir del 776 a de C, cada 4 años y se mantuvieron hasta el año 385, ya con el Imperio Romano. O sea, casi 1.200 años.

A partir del año 1000 a de C, es la época de las Ciudades-Estado, independientes y en constante competencia guerrera entre ellas.  Los Juegos significaban un período de tregua. Era una fiesta a la que acudían los atletas de todas las ciudades, así como sus mandatarios y ciudadanos importantes. 

En Olimpia destacan los restos del principal templo que allí se honraba, el templo de Zeus, del que se conservan algunas figuras originales de sus frontones en el importantísimo Museo Arqueológico de Olimpia, que naturalmente se visita allí mismo.

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Pero la atracción estrella es, como no, el Estadio Olímpico, del que solamente se conserva la explanada y la zona de alrededor, donde se supone que estaban los graderíos. Se siente emoción al verlo y al bajar a pisarlo y recorrer unos metros por su pista.

Nuestro viaje irá alternado zonas interiores y visitas culturales, con pueblecitos costeros de maravillosas playas.  En la parte occidental, abierta al mar Jónico, visitamos el pueblo de Methoni, y la famosa playa de Voidokilia.

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Posteriormente, continuamos nuevamente hacia el interior, hacia la zona de Esparta y el resto arqueológico de Mystrás. 

De la antigua ciudad de Esparta, básicamente guerrera, no queda actualmente ningún vestigio, a pesar de que durante 400 años fueron los absolutos dominadores del Peloponeso e incluso de toda Grecia, en dura pugna con Atenas que finalmente se impuso a partir del siglo V a de C.

Mystrás, es un espectacular y bien conservado asentamiento bizantino, desarrollado entre 1200 y 1460, que llegó a ser la segunda ciudad del Imperio, después de Constantinopla.

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Todo el conjunto, bastante extenso, está edificado alrededor del Monte Taigeto.  En la parte superior está emplazado el castillo amurallado.  A partir de ahí, descendiendo por la montaña se van visitando el Palacio principal, iglesias, edificios administrativos y otras dependencias de la ciudad.   Es una visita larga, de 2-3 horas, pero vale la pena. 

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El Imperio Bizantino es en realidad el Imperio Romano, en su versión oriental, que persistió a partir del siglo IV con el emperador Justiniano, que reconquistó gran parte de los territorios perdidos por el Imperio Romano Occidental.  El Imperio Bizantino mantuvo su hegemonía hasta 1454 en que fueron desplazados por los Otomanos, actuales turcos.

Nos dirigimos después hacia el puerto de Neapolis, desde donde nos trasladaremos unos días a las islas de Elafonisos y Kitira, dos lugares maravillosos, muy cercanos a la costa y que vale la pena visitar. 

Elafonisos es una pequeñísima isla, a quince minutos en barco de la costa continental, en la que disfrutamos de las playas más paradisíacas de todo el viaje.  Vale la pena estar un par de días, por las playas y porque en los bares que hay en su pequeño puerto nos podemos comer unos pescados riquísimos.

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Kitira es una isla de tamaño mediano, a un par de horas de la costa, en la que se pueden pasar 3 o 4 días.  Tiene playas preciosas y también pueblecitos acogedores, como Avlemonas, Potamos o Chora, la capital de la isla, donde da gusto pasear por sus callejuelas estrechas y empinadas, de casas blancas adornadas con buganvilias. Paisaje mediterráneo en estado puro

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Volvemos al continente e iniciamos recorrido hacia el norte, por la costa del Egeo, hasta llegar a una de las visitas obligadas del Peloponeso, la ciudad-fortaleza de Monemvasia.  Construida por los Bizantinos sobre el año 500, en un peñón que prácticamente es una isla conectada por un estrechísimo itsmo de unos 200 m con la costa.  Está doblemente amurallada, abajo la pequeña ciudad medieval, de calles estrechas y empinadas y por encima, también amurallada, la ciudadela militar. Nunca fue expugnada hasta que consiguieron tomarla entre 1200 y 1300 los Venecianos, que la defendieron de los turcos, imperio Otomano en aquella época, hasta 1497 en que ya dominaban claramente en toda Grecia.

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La visita a Monemvasia es imprescindible.  La visión del peñón desde lejos es impresionante.  El acceso a la ciudad, absolutamente peatonal por supuesto, es por una única puerta, la que originalmente se utilizaba y dentro, el conjunto de callejuelas, casitas bajas e iglesias bizantinas de cúpulas rojizas, hacen de este enclave una auténtica joya arquitectónica. La ciudad está muy bien conservada y restaurada y actualmente vive del turismo, con tiendas, cafeterías restaurantes y hotelitos, todo muy elegante y bien armonizado con el entorno.

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Entre la parte más baja de la ciudad y la zona alta de la ciudadela militar hay unos 250 m de desnivel que naturalmente hay que subir trabajosamente por caminitos empedrados.  Arriba, además de vistas impresionantes hacia el mar y hacia la costa, domina la gran iglesia de Santa Sofía.  Momentos de contemplación que perdurarán en el recuerdo.

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Seguimos nuestro viaje remontando hacia el norte, entrando hacia el fondo del golfo de Argólida, donde se encuentra nuestro próximo destino, la importante ciudad de Nauplia.  Es esta una ciudad moderna en la que quedan vestigios del paso de bizantinos, venecianos y otomanos y donde es un gusto pasear por sus bonitas calles y plazas y disfrutar del ambiente y la gastronomía de su puerto.   La ciudad estaba bien defendida por dos sólidas fortalezas que se visitan, el castillo de Palamedes, sobre la ciudad y el fuerte de Bourtzi, sobre un islote en medio de la bahía.   Nauplia fue, antes de que lo fuera Atenas, la primera capital de la Grecia independiente, entre 1829 y 1834. 

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Nauplia fue nuestra base para visitar en los siguientes días los alrededores y sobre todo los lugares arqueológicos de Micenas y Epidauro.

Epidauro fue una importante ciudad en la que destacaba la presencia del Santuario de Asclepio, dios de la medicina y donde desde el siglo VI a de C, se acudía para recuperar la salud. En honor de Asclepiose realizaban festivales de música, juegos deportivos y concursos de poesía.  Se trataba de un recinto en el que además de templos, había gimnasio, termas, estadio y a partir del siglo IV a de C, un impresionante y bien conservado Teatro, con 55 gradas y capacidad para 14.000 espectadores, que es una de las joyas de la época Helenística en el Peloponeso y que además es famoso por la extraordinaria acústica que tiene.

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Micenas es un emplazamiento arqueológico situado alrededor de una colina, en el que podemos encontrar los restos de lo que constituyó el principal enclave de la antigua civilización Micénica, dominadora del Peloponeso entre 1600-1000 a de C y precursora de la futura cultura helénica. Convivió en el tiempo con la otra gran civilización que se considera también primera cultura europea, que fue la cultura Minoica de Creta, aunque esta cultura cretense tuvo menor influencia en el futuro de la Grecia continental.  Se cree que fueron los Aqueos, pueblo centroeuropeo, los que invadieron el Peloponeso desde el 1600 a de C y fueron sometiendo a los habitantes que había en la zona hasta convertirse en los definitivos dominadores durante 500 años. 

Se accede al recinto por la estructura más emblemática y mejor conservada de todo el emplazamiento, la Puerta de los Leones, enmarcada en las no menos emblemáticas Murallas Ciclópeas, baluartes defensivos de hasta 12 m de altura y grosores de 6-7 m, que circundan las ciudadelas micénicas.   Dentro se visitan restos de importantes recintos funerarios y se va ascendiendo hasta llegar a la parte superior donde estaba instalado el palacio real.

Fuera de la ciudadela, se visita un importante Tholos funerario, el Tesoro de Atreo.  Es la más grande tumba real micénica, construida entre 1.300-1.200 a de C.  Por un pasillo amurallado, se accede a la cámara circular a través de una puerta de 7 m de altura.  La cámara, construida con grandes bloques de piedra y con una cúpula que se levanta a unos 13 m del suelo, era el lugar del enterramiento y donde se depositaba además el ajuar funerario.  Todo el conjunto se enterraba para dotarlo de más seguridad.  Aunque hay controversia, hay quien defiende que esta fue la tumba del rey Agamenón.

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La historia de Micenas es apasionante.  Homero, en la Ilíada, habla de los reyes Aqueos, de Agamenón, de Menelao y de la guerra con Troya, allá por el 1.100 a de C.  Siempre se dudó de la veracidad de los hechos y se pensó que quizá solo era una leyenda epopéyica.

En 1870, Heinrich Schliemann, millonario alemán obsesionado con Homero y la Ilíada, excava y descubre en Hisarlik, Turquía, la ciudad histórica de Troya, cuya existencia muchos investigadores negaban.   Posteriores estudios arqueológicos fueron poniendo al descubierto los estratos que demostraban la existencia de la ciudad a la que se refería la Ilíada.  Después, consiguió permisos oficiales para seguir excavando en Micenas, donde también logró descubrimientos importantísimos que confirmaban la veracidad de los escritos de Homero. 

Nunca imaginé que el Peloponeso acabaría siendo un viaje tan completo y maravilloso.  Así que simplemente os lo recomiendo.   Es relajante disfrutar de los magníficos paisajes que se observan tanto en la costa, con playas, puertos y calas, como en el interior montañoso y lleno de vegetación, con pueblecitos blancos con preciosas plazas, con terrazas dispuestas estratégicamente a la sombra de los gigantescos plataneros.  Como en tantos otros lugares, la ruta diaria para desplazarse de un lugar a otro ya es propiamente el viaje.  El placer está asegurado.

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Gabriel Rull, médico, con tiempo para dedicarme a mis aficiones, la montaña, los viajes, el deporte, además de a la familia y los amigos. Colaboro con Puaweb escribiendo sobre viajes y haciendo todo lo que se me pida.

5 comentarios en «PELOPONESO, PRIMERAS CULTURAS EUROPEAS»

  • el sábado, 17 de abril de 2021 a las 1:15 pm
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    Maravilloso Gabi. Ya con la foto principal de la entrada me han dado ganas de ser “Embrujada”, tocar la punta de nariz y encontrarme sentada en una de las mesas entre pinos a orillas del mar.
    Has descrito un recorrido precioso acompañado de anotaciones históricas que todavía exaltan mas su intrínseca belleza. Estuve en el Peloponeso siendo residente (no insisto en los años, ja,ja), pero el borrado memorístico del tiempo y tu propuesta me hacen muy atractivo un regreso más reposado y atento. ¡Anotado!
    Gracias por llevar nuestra imaginación a lugares reales tan fantásticos. Un abrazo.

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    • el domingo, 18 de abril de 2021 a las 11:23 am
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      Gabi, una zona muy interesante desde el punto de vista histórico-cultural y paisajístico.
      Un relato y fotos de gran belleza.
      Un viaje agendado hace tiempo, para cuando sea mayorcito, pero a lo mejor ya ha llegado la hora…veremos.
      Gabi, gracias por el relato. Ya sabes, aún entre líneas, se disfruta.
      Un abrazo.?

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      • el domingo, 18 de abril de 2021 a las 9:02 pm
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        Pues sí Pere, como comentas muchas veces, es verdad que nos conocemos, así que te aseguro que este es un destino de éxito asegurado…, supongo que ya te lo imaginas y por eso lo tienes ahondado, no? Por si es de tu interés saberlo, también te digo que es idóneo para autocaravana, un paraíso.
        Gracias por los comentarios y un fuerte abrazo.

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    • el domingo, 18 de abril de 2021 a las 8:58 pm
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      Gracias por tus comentarios Cinta. Este es un viaje muy fácil, relajado, para disfrutar dejando que el entorno inunde tus sentidos y que combina de todo…, arte, historia, playas…., si has estado, ya lo sabes, así que ha repetir, que hace mucho que estuviste. Bueno las ruinas y las ciudadelas no habrán cambiado, pero igual otras cosas, sí… jaja.
      Un fuerte abrazo

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  • el sábado, 24 de abril de 2021 a las 10:35 am
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    Gabi, delicioso viaje.
    Yo recorrí el Peloponeso con cuatro compañer@s médicos (R-4) como viaje “Fin de Residencia” en el año 1987, si mi memoria no falla.
    La preciosa foto de presentacíon, esas mesas frente a un mar de un inconfundible y luminoso azul mediterraneo, me resulta tremendamente evocadora. Me trae recuerdos con sabor a tzatziki o deliciosas brochetas de pez espada.
    Del puerto de Nauplia, fijate, recuerdo sobretodo imágenes de pulpos tendidos en largas cuerdas, secándose al sol.
    Muchas noches de ese viaje durmimos al raso en preciosas playas solitarias, haciendo lo que entonces llamábamos “vivac” ja, ja, ja. Soñabamos bajo las estrellas despúes de unos cuantos tragos del “ouzo” local.
    También recorrimos algunas de las islas del Ejeo: Paros y Antiparos, Cos, Rodas. En Rodas una mañana, nos apedreó un anciano lugareño mientras nos bañábamos en pelotas tras despetar en la playa. Ja, ja, ja. ¡Que tiempos!
    Como ya te comenté, una buena amiga con la carrera de turismo, me ha comentado que le ha fascinado tu artículo.
    Enhorabuena. Y gracias.
    Un abrazo.

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