Museo Kröller-Müller: arte en el paraíso.

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GANADOR DE LA 3ª ENTREGA DE CERCANT L’ART (abril): Pere Sánchez.

El Museo Kröller-Müller está ubicado en el parque natural Hoge Weluwe, cerca de Otterlo, Países Bajos. Además de su importante colección de pintura, posee un jardín de esculturas al aire libre con obras monumentales de Auguste Rodin, Henry Moore y otros escultores contemporáneos.  

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Escultura de Henry Moore en el jardín del museo

En 1909, el matrimonio formado por Anton Kröller, un rico hombre de negocios, y la mecenas Helen Müller adquirieron los terrenos que él quería para una reserva de caza y ella para exponer su colección de arte moderno, una de las mayores del mundo en el ámbito privado, que incluía 297 obras de Van Gogh y otras muchas de grandes pintores como Monet, Renoir, Picasso, Modigliani y Mondrian.

Para las edificaciones se recurrió a los mejores arquitectos del momento, pero, desgraciadamente, el proyecto fue interrumpido por la Primera Guerra Mundial y la subsiguiente crisis económica. Finalmente, el matrimonio llegó a un acuerdo con el Estado holandés para continuar el proyecto a cambio de cederle la propiedad y la colección de arte. Así, se añadieron diversos edificios y pabellones y el museo abrió sus puertas al público en 1938.

Helene Kröller-Müller fue de las primeras coleccionistas de arte en reconocer el genio de Van Gogh y el museo cuenta con un buen número de obras suyas como Los comedores de patatasTerraza de café por la noche y En el umbral de la eternidad. Es la segunda colección más grande del mundo, después del Museo Van Gogh de Ámsterdam.  Otros artistas destacados de la exposición, además de los mencionados previamente, son Lucas Cranach, James Ensor, Paul Gaugin, Odile Redón, Georges Braque y Juan Gris, cuyas obras podéis curiosear en la página web del museo.

El jardín de esculturas se añadió en 1961 y en 1977 se le dotó de una nueva ala. La exposición al aire libre, con más de 3000 hectáreas, es una de los más grandes de Europa y cuenta con una gran colección de escultura moderna que refleja la concepción de Helene Kröller-Müller de crear una simbiosis entre el arte, la arquitectura y la naturaleza. Incluye obras de Auguste Rodin, Giacometti, Aristide Maillol, Constant Permeke, Hans Arp, Henry Moore, Jean Dubuffet, Lucio Fontana, Mario Merz, Richard Serra, Sol LeWitt, Jacob Epstein y Carl Andre, entre otros destacados escultores. 

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L’air. Aristide Maillol, 1939.

El cuadro seleccionado para el concurso es de Georges Seurat, inventor del puntillismo. Partiendo de los métodos pictóricos impresionistas, estudió la teoría científica de la visión cromática y aprendió que los colores llegan al ojo como radiaciones luminosas de distinta longitud de onda y es en la retina donde se produce la síntesis. Entonces, decidió construir sus cuadros por medio de minúsculos toques uniformes de colores puros, como en un mosaico. En lugar de mezclar los pigmentos en la paleta, como lo habían hecho sus predecesores, aplicaba los colores fundamentales directamente sobre el lienzo, punto por punto. Los colores se mezclarían después en la retina del espectador para conseguir la tonalidad deseada, sin perder intensidad ni luminosidad. Pero esta técnica tan radical ponía en peligro la legibilidad de sus cuadros ya que se prescindía de los contornos y se fragmentaban las formas en zonas de puntos multicolores. Seurat se vio obligado a compensar la complejidad de su técnica con una simplicidad de las formas. Para distinguir lo que representa el cuadro, el espectador debe retroceder algunos pasos.

Seurat no tuvo éxito en vida, lo cual se pudo permitir al contar con el apoyo económico de su padre, un ujier enriquecido con la especulación inmobiliaria. A los 21 años había abandonado la Escuela de Bellas Artes porque se negaba a pintar los cuadros históricos y mitológicos convencionales y la cuarta exposición de los impresionistas le causó un gran impacto. Captar la luz y la armonía se convirtieron en sus prioridades. 

Le encantaba pintar a orillas del Sena en Asnières, al noroeste de París y allí creó en 1885 su cuadro más famoso, Un domingo por la tarde en la isla de La Grande Jatte. La calma y la fascinación que emanan de esta pintura no se deben solo a los colores, sino también a una estructura lineal artísticamente equilibrada. Las verticales de los árboles y las figuras paseando se corresponden con las horizontales de las sombras y la gente sentada o tumbada. Los personajes, de frente o de perfil, de pie o sentados, tienen una actitud rígida; recuerdan a un friso griego y su ancestral armonía. Presentada en la octava y última exposición de los impresionistas de 1886, la obra escandalizó al público y en vida del autor el cuadro no abandonó su taller, nadie se interesó por él. Actualmente se expone en The Art Institute of Chicago

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Un domingo por la tarde en la isla de La Grande Jatte. Oleo sobre lienzo (207 x 308). Georges Seurat, 1885

El canal de Gravelines, expuesto en el Museo Kröller-Müller, le pintó en 1990 y con él podemos disfrutar de la técnica cromática de Seurat y también de esas velas curvadas ligeramente, líneas ascendentes que suscitan alegría y dinamismo, motivo repetido en los cuadros de Seurat.

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El canal de Gravelines, en la dirección de la mar. Óleo. Georges Seurat, 1890. Museo Kröller-Müller

En los años de actividad pictórica, Seurat llevaba una doble vida, respetando siempre las convenciones sociales. Hasta su prematura muerte en 1991, a los 32 años de edad, durmió en casa de su madre y nunca reveló a su familia ni a sus amigos que vivía en el taller con una joven obrera con la que había tenido un hijo.  El único ámbito en el que se liberó fue en el arte.

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Can-can. Óleo sobre lienzo (171 x 140). Georges Seurat, 1890. Museo Kröller-Müller

A pesar de las críticas hacia la obra de Seurat, algunos pintores como Signac y Lucien Pisarro siguieron su ejemplo, y el crítico de arte Fénéon nominó al grupo como neoimpresionista. De este modo los diferenciaba de los impresionistas románticos que, de una forma más intuitiva, habían intentado captar la fugacidad luminosa en sus lienzos. Seurat había sustituido este procedimiento arbitrario por un sistema científico, había destruido las costumbres visuales de sus contemporáneos echando abajo la estructura cromática para reorganizarla después punto por punto.

Nueve años después de su muerte en 1891, la familia confió a un pintor seguidor de su técnica, Signac, y a sus amigos la organización de una exposición-venta. Los dibujos sin marco costaban 10 francos y con marco, 100; ni más ni menos que las fortunas que se pagaron después. 

El gran protagonista del museo, Vincent Van Gogh, asimiló las lecciones del impresionismo y el puntillismo de Seurat y gustó de pintar con puntos y trazos de colores puros, pero en sus manos se convirtieron en algo muy diferente: empleó pinceladas aisladas no solo para desmenuzar el color, sino también para expresar su propia agitación. Las pinceladas de Van Gogh, mas allá del impacto estético, nos comunican su estado emocional. Antes que él ningún artista había utilizado las formas y colores con tal coherencia y vigor para expresar lo que sentía y para que otros, como cada uno de nosotros, experimentaran lo mismo.   

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Un prado en las montañas: Le mas de Saint-Pau. Óleo sobre lienzo (73 x 91,5 cm). Van Gogh, 1889. Museo Kröller-Müller

Así pues, en el Museo Kröller son muchas las emociones e impresiones que podemos disfrutar gracias a esa extraordinaria simbiosis: obras de arte mayúsculas rodeadas de una naturaleza sosegada. Realmente es una gozada recorrer sus senderos en bicicleta e ir tropezando con las esculturas al aire libre, el mejor aire que les puede envolver y donde más deslumbra su belleza. Ellas no se van a mover, nos esperan

Kroller Muller en bici
Paseo en bici en el Museo Kroller-Muller

Cinta

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9 comentarios en «Museo Kröller-Müller: arte en el paraíso.»

  • el domingo, 25 de abril de 2021 a las 6:00 pm
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    Quin viatge tan bonic Cinta. Quins bons records, quan viatja al estranger era una aventura i un plaer, gracies Cinta?

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    • el domingo, 25 de abril de 2021 a las 9:16 pm
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      Gracies a tú Lourdes.Ha estat un plaer compartir aquest viatge i daltres amb tú, la teva divertida manera de vuele les coses i la predisposición a fer-ho tot fácil.
      Una abraçada.

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  • el domingo, 25 de abril de 2021 a las 7:49 pm
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    Realment un paradís. Gràcies Cinta per aquestes estones d’enriquiment cultural i espiritual. Ja veig que museu centre europeu no valia, jeje! Ho vaig dir per que en coneixo algun d’aparences similars. La pintura, òbviament era impressionista i puntillista. Sabia que Pisarro feia temes similars als que tu exposes, perònNo vaig caure amb Seurat. I això que em vaig “xupar” tot un monogràfic d’ell a la fundació Mafre de Barcelona!! En fi, un altre vegada serà.
    Moltes gràcies

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    • el domingo, 25 de abril de 2021 a las 9:26 pm
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      Gracies a tú Manel per la teva disposició sempre curiosa, positiva i animosa. Segur que el Museu Kröller-Müller t’agradaria molt.
      Aviat arribarà una nova entrega que pot ser serà una mica malèvola (jaja).
      Una abraçada.

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  • el lunes, 26 de abril de 2021 a las 10:28 am
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    Un descubrimiento, Cinta. Ese museo combinando la parte interior de salas, con la parte exterior al aire libre para grandes esculturas, tiene una pinta fantástica y espero visitarlo en alguna “tourné” que incluya Holanda.
    No conocía el concepto Puntillismo, así que me ha resultado muy satisfactorio aprenderlo. Por cierto que las obras que presentas de Seurat, me gustan. Lo digo porque es curioso como muchos pintores son rechazados en su contexto histórico y en cambio, la posteridad les otorga la gloria…., siempre hemos sido un poco memos.
    Te felicito por el artículo… y por cierto que gracia la foto final de las dos visitantes en bicicleta, me recuerdan un montón a dos queridísimas amigas mías ! …, jeje.
    Un fuerte abrazo

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    • el lunes, 26 de abril de 2021 a las 8:19 pm
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      Gracias Gabi. Seguro que te gusta el Museo Köller-Müller. Merece la pena visitarlo en una de tus escapadas.
      La verdad es que son incontables la cantidad de artistas que no han conocido el éxito en vida. Me consuelo esperando que hayan disfrutado de su arte y que hayan tenido a alguien cercano que supiera apreciarlo. ¿Cuántos desconocidos en nuestro tiempo triunfarán en el futuro y cuántos caerán de sus pedestales? Puede ser gorda la cosa ya que ahora prima la innovación en detrimento de la técnica, la belleza y la armonía, y la novedad es algo muy pasajero. El tiempo suele poner las cosas en su sitio.
      Por cierto, a mi también me suenan las chicas de las bicis (jaja).
      Un abrazo.

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  • el lunes, 26 de abril de 2021 a las 11:04 am
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    Que visita por el museo y su historia tan agradable y más viendo como acaba, con imagen y video.
    Me ha gustado mucho.
    Pero hay una cosa que me ha impresionado y es que en el año 1991, ya grandes nosotros y nosotras, se vendieran por 10 y 100 francos obras de alguien no reconocido en vida y que ahora lo está y mucho.
    Como dicen más arriba, que memos.
    Seguro que hay cientos de artistas como Seurat, tendríamos que buscarlos y en el futuro Dios dirá.
    Un beso Cinta.

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    • el lunes, 26 de abril de 2021 a las 8:26 pm
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      ¡Ay Max!, me equivoqué de fecha. Seurat murió en 1881. A pesar de eso, sus cuadros se vendieron muy baratos. La prisa es mala compañía; si la familia no hubiera querido quitárselos de encima tan pronto hubieran ganado una fortuna.
      Gracias por tu amable comentario. Un abrazo.

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  • el miércoles, 28 de abril de 2021 a las 10:50 am
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    Deliciós article Cinta.
    Quina pena em fa no haver conegut l’existència del Museo Köller-Müller fa uns anys quan vaig viatjar a els Països Baixos. Ara somio en la possibilitat de visitar-lo encara i gaudir d’aquesta extraordinària simbiosis, com tu dius, d’art i natura. Impressionant.
    Magnífics els dos vídeos que has adjuntat al text. El primer preciós des de el punt de vista formal i molt ben documentat…i el segon i final, amb la música de Satie, m’ha extasiat.
    No coneixia la curta i trista història personal de Seurat i el poc reconeixement que va rebre en vida.
    Gràcies amiga ha estat un descobriment meravellós.
    Un petó.

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