Muere Jean-Luc Godard emblema de la Nouvelle Vague
Jean–Luc Godard director de títulos como ‘Al final de la escapada’, ‘Pierrot el loco’ y ‘Alphaville’ ha fallecido a los 91 años.
El cineasta franco-suizo murió el pasado martes. Sus familiares confirmaron la noticia al periódico francés Libèration. Fuentes próximas a la familia citadas por Libèration aseguraron que el director solicitó un suicidio asistido. “Fue su decisión y para él era importante que se supiera”. Su muerte se produjo en su domicilio en la localidad Suiza de Rolle.
Jean-Luc Godard nació en Suiza en 1930, pero fue tras su traslado a París en la adolescencia donde comenzó su amor por el séptimo arte mientras estudiaba etnología en La Sorbona.
Con 20 años, en 1950, comenzó a trabajar como crítico en varias revistas, entre ellas, Cahiers du Cinéma, en la que coincidió con figuras como François Truffaut, Éric Rohmer y Claude Chabrol y que fue el germen de uno de los movimientos más influyentes de la historia del cine, la Nouvelle vague.
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Godard fue el artífice de la primera película de la “nueva ola” del cine francés, la mítica Al final de la escapada (A bout de souffle), estrenada en 1959. La cinta protagonizada por Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg, ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín.
A bout de souffle rompió con los moldes establecidos al proponer una nueva forma de rodar: cámara en mano, con iluminación natural, sonido directo, diálogos improvisados y también una forma de montar con planos secuencia y elipsis, muy distante del montaje tradicional.

En 1960 su segunda película, El soldadito, estuvo prohibida en Francia durante tres años, por su crítica a la Guerra de Argelia.
Le siguieron Pierrot el loco (1965), Vivir su vida (Premio Especial del Jurado y de la Crítica en el Festival de Venecia en 1962), Alphaville (Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1965) y La Chinoise (Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia en 1967).
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Tras el neorrealismo italiano de los años cuarenta, durante los años cincuenta y sesenta del pasado siglo el cine cambió en todo el mundo. Surgieron nuevas voces que buscaban otras formas de reflexionar sobre la realidad que les había tocado vivir.
En el Reino Unido se llamó Free Cinema (ver LaPuaWeb: “Simone Signoret en la cumbre y el Free Cinema Británico”), en Estados Unidos floreció el cine underground de Warhol, en Brasil el Cinema Nôvo, con Glauber Rocha y Ruy Guerra, en Japón el cine de Nagisa Oshima, en Checoslovaquia el de Milos Forman, y en España los de Basilio Martín Patino, Miguel Picazo o Carlos Saura.
En Francia surgió la Nouvelle Vague con Godard, Truffaut, Rohmer y Chabrol entre otros. Y de todos Godard fue siempre el menos domesticado, el más rebelde.
“Godard es al cine lo que James Joyce a la novelística del siglo XX”, decía el crítico Javier Memba. “Esa desdramatización de los malotes, ese tono de caricatura que el maestro imprime a casi todo, se detecta en realizadores tan aplaudidos como Quentin Tarantino –reconocido admirador de Godard–, o Wong Kar-Wai. Más aún, la práctica totalidad de los actuales cultivadores del cine independiente de una u otra manera está influenciada por Godard”.

En 1963 rodó “Le Mépris” (El desprecio) basada en una obra del escritor Alberto Moravia, con Michelle Piccoli y Brigitte Bardot ( y un cameo de Friz Lang interpretándose a si mismo).
El coproductor norteamericano de El desprecio, Joseph E. Levine, al ver el primer montaje preguntó: “¿Por qué no se quita la ropa B.B.? He pagado por su cuerpo, no por estas conversaciones aburridas sobre los clásicos griegos”. Y Godard tuvo que resignarse a añadir varias escenas (incluido un prólogo, convertido en el símbolo del filme) que se regodean en el cuerpo desnudo de la diva. Sin eso no le permitían estrenarla.
A finales de los 60, Godard apostó por poner su obra al servicio de las protestas estudiantiles y sindicales de Mayo de 1968. Tras lo vivido aquel año, Godard anunció que dejaba el cine comercial inaugurando una etapa de su cine entendido como arma política.
Con el llamado Grupo Dziga Vertov realizó Pravda (1970) para cuestionar la capacidad de engaño de las imágenes y el revisionismo comunista; Luchas en Italia (1971) para reflexionar sobre las contradicciones del marxismo y la moral burguesa; y Aquí y allá (1976) para denunciar la ocupación de Palestina.
El libro de imágenes de 2018 fue el postrero ejemplo del Godard más experimental. En su última película su voz en off, quebrada ya, exclama: “Incluso si nada ocurriera como nos habíamos imaginado, nuestras esperanzas no cambiarían. Las esperanzas seguirán existiendo y la utopía será siempre necesaria”.
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(Los que dispongaís de FILMIN podeis revisar gran parte de su filmografía en dicha plataforma)
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Pero no querría terminar esta entrada sin hablar de un ensayo publicado en España en 2019 por el periodista y escritor Pedro Vallín (autor traído ya a LaPuaWeb en otra ocasión al hablar del film La Llegada de Denis Villeneuve), que va ya por su 4ª edición.
Su título: ¡Me cago en Godard!, y el subtitulado“Por qué deberías adorar el cine americano (y desconfiar del cine de autor) si eres culto y progre”.
(Se trata del libro que “leía” Pablo Iglesias en su primera fotografía sin coleta – mayo 2021- y que mucho antes ya había dado lugar a una muy interesante entrevista con Vallín – octubre 2019 – en su programa Otra vuelta de tuerka).
La tesis esencial de libro, anunciada ya en la portada, puede parecer una provocación innecesaria, pero desde las primeras páginas se desmonta por completo esa idea. El trabajo de Pedro Vallín, erudito y riguroso, iconoclasta y divertido, plantea un debate lleno de sentido común.

¡Me cago en Godard! cuestiona las premisas tradicionales de la crítica cinematográfica. Plantea que el cine de autor es en realidad más conservador de lo que aparenta, y que en muchos casos Hollywood representa mejor el pensamiento “de izquierdas” en el cine. Su propósito es acabar con la hegemonía de la crítica académica y descubrir cómo algunos filmes comerciales esconden tantos tesoros para el observador inquieto como un clásico de la Nouvelle Vague.
¡Me cago en Godard! (recomendable para cualquier cinéfilo) no es una invectiva contra Jean-Luc Godard sino un manifiesto a favor del placer y en contra del dogmatismo. Es una lectura irreverente y didáctica que, como ha escrito otro crítico: “hace que uno no sólo se sienta más sabio cuando la acaba, sino también más libre”.
La Vanguardia, periódico en el que Pedro Vallín escribe habitualmente, ha publicado esta semana, el día posterior a la muerte de Godard, un artículo firmado por él, titulado “Y bailaré sobre tu tumba”, en el que leemos:
“… ya podemos celebrar sus películas primeras, frescas, revoltosas, llenas de genuina ambición, sin tener que buscarle excusas a sus intemperancias de viejo gruñón y a la decadencia de sus formulaciones cinematográficas recientes, que siempre hallaban el conveniente halago académico…
Al hablar de la nouvelle vague hablamos –según una cita apócrifa a menudo atribuida a Truffaut– de unos “jóvenes cineastas de derechas que hacíamos cine de izquierdas para desbancar a una generación de cineastas de izquierdas que hacía cine de derechas”…
Godard, como sus compañeros, venía para deponer la hegemonía cinematográfica academicista, es decir, para destituir a sus mayores. Y lo hizo desde un arquetipo tóxico y predilecto de la cultura francesa, el del artista tremendo, incómodo, huraño, irrepetible. Una idea romántica –en tal sentido, conservadora– del artista como hechicero conectado con lo trascendente, lo inefable, molesto a la sociedad e imprescindible. Un traductor de lo divino al prosaico lenguaje de lo humano. Un sacerdote”.

Y el director, productor y guionista Rodrigo Cortes ha escrito también estos días:
“… Si Welles fue el mejor ejemplo de cineasta disfrutón, Godard se convirtió en el aleccionador acre que dedicó demasiado tiempo a anunciar el fin del mundo…”.
“…“El cine ha muerto” dijo Godard. “Dios ha muerto” dijo Nietzche. Si Nietzche murió antes que Dios, el cine aún vive y Godard ha muerto. Viva Godard ”…”
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Pere R.
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Magnífico artículo Pere. No soy nada experto en cine (aunque sí un espectador regular de películas) pero he encontrado muy interesantes y acertados los comentarios y citas del libro de Pedro Vallín.
Un abrazo
Qué grande eres una vez más.
Completísimo artículo que te lleva desde la erudición hasta el goce total con los links y ese fantástico “Me cago en Godard” de un autor que debe ser primo hermano mío por lo escatológico que es.
Es probable que yo también esté bastante de acuerdo con ese autor, pero sin duda hablamos de alguien que cambió el curso de una parte del cine con un “A bout de souffle” muy impactante en su momento y una grandísima obra sin duda.
Si no recuerdo haber visto nada más es muy probable que sea verdad o que no me atrajese en absoluto.
Espero tu reflexión sobre Tanner.
Un abrazo amigo del alma
Amic Pere, un bon article com ja ens tens acostumats.
Conec poc a Godard, però ha estat molt interessant llegir-te i gaudir d’alguns paràgrafs, així com d’alguna reflexió de crítics com Pedro Vallín.
Ei, la B.B. un gran icona per la nostra adolescència. La vaig anar a buscar a St. Tropez en autostop l’any 1973 amb els amics de Castellserà. Evidenment no la vàrem veure, però vam gaudir, en aquella època, dels primers “topless” del moment.
Una abraçada.
Magnífic article, Pere. Una completa revisió de la filmografia de Godart i la seva influència en la cinematografia del seu temps i en directors posteriors. No recordava cap pel·lícula de Godart i després de llegir-te he vist “Al final de l’escapada”. Realment m’ha recordat a Tarantino, encara que el correcte, seguint l’ordre cronològic, és dir que Tarantino recorda a Godart. De segur que va ser innovadora en el seu moment, cosa que ara ja no podem apreciar en tota la seva dimensió.
Els comentaris que aportes dona per un debat molt interessant al voltant del que es coneix com a cine d’autor. D’aquest gènere, com d’altres, he vist grans pel·lícules i altres que no sé com les vaig poder empassar. De vegades l’ambició de modernitat dona lloc a una disbauxa. A veure si aviat tenim ocasió de parlar-ne.
Una abraçada.