Mariano Fortuny i Marsal

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Figura de la entrada: Desnudo en la playa de Portici. Mariano Fortuny i Marsal, 1874. Óleo sobre lienzo (13 x 19 cm). Museo del Prado. Madrid.

CONCURS CERCANT L’ART (març):
Autor: Mariano Fortuny i Marsal.
Localización: Museo del Prado. Madrid.
Título: Los hijos del pintor en el salón japonés. 
Acertantes (por orden alfabético): Lluis, Mª José, Marián, Pepe, Pere R i Pere Sánchez.

COMENTARIO:

La vida de Mariano Fortuny (Reus 1838-Roma 1874) fue breve, pero de un largo recorrido. Un largo recorrido en viajes, en emociones, en descubrimientos, en amistades, en impactos sensoriales y particularmente en un desarrollo pictórico que le encumbró en lo más alto del éxito artístico de su época y de la posteridad.

640px MARIANO FORTUNY La Batalla de Tetuán Museo Nacional de Arte de Cataluña 1862
La batalla de Tetuán, 1862. Óleo sobre lienzo (300 x 972 cm). Museu Nacional d’Art de Catalunya.

Plasmó la luz de tal manera que solo unos pocos elegidos pudieron recoger el testigo en una época en que ella, la luz, se vistió de gala y de ambición para ser protagonista como nunca de la pintura. El gran heredero de su arte fue  Joaquín Sorolla, el mago de los pinceles que lanzó al lienzo toda la hermosura de la luz mediterránea.  

Precisamente, el Museo Sorolla guarda uno de los últimos dibujos de Fortuny, en el que aparece una mascarilla mortuoria de Beethoven que había adquirido en 1869 – siempre tuvo una gran predilección por el gran maestro alemán- , realizada en 1812 por Kline en vida del compositor.

Mascarilla Bet.

Como en todo gran artista, aparte de su talento para la pintura puesto de manifiesto desde muy joven, en la vida de Fortuny hubo factores determinantes que marcaron su estilo:

  • La etapa de formación en La Escuela de la Lonja de Barcelona donde aprendió que el dibujo era clave para la realización de su trabajos.
  • La beca en la Academia de Roma para codearse con la gran Historia del Arte.
  • Su estudio de la pintura española en el Museo del Prado.
  • El destino como pintor de guerra (los fotoreporteros de la época) en Marruecos para impregnarse de su luz cegadora y el dinamismo de las batallas.
  • Las estancias en Paris que le permitieron conocer las nuevas corrientes pictóricas como el orientalismo e introducirse en la alta sociedad y le abocaron hacia una pintura más complaciente con el mercado internacional que le reportó una cotización impensable para otros pintores españoles de la época.
  • Los largos viajes a Sevilla y Granada que le permitieron revivir el mundo islámico en uno de los lugares clásicos del orientalismo europeo e interesarse con mayor madurez por la luz natural, blanca y cegadora del Sur.
  • Su etapa final en Roma en la que una vez alcanzada la fama y riqueza empezó a sentirse más libre en la temática y ejecución de sus cuadros y llegó el culmen de su estilo. Un estilo más fluido, realizado al aire libre, en el que dominaran las manchas de color, la luz mediterránea y la fortaleza cromática.

Fortuny pasó el último verano de su vida, el de 1874, en Portici, una playa en la falda del Vesubio donde había alquilado una villa. Estaba tan a gusto que prolongó la estancia hasta el 1 de noviembre. Fue entonces cuando su obra alcanzó mayor libertad de expresión y un claro luminismo. El pintor era consciente de ello, tal como se refleja en la carta escrita a su amigo Davillier a su regreso a Roma:

“Aquí estoy otra vez en la Città Eterna, disgustado y aburrido, sin ganas de pintar, con la cabeza vacía como un nido sin pájaros – sin duda habrán volado a Portici, donde tan felizmente he pasado el verano-. Es una particularidad mía esto que siento, y lo vengo notando ya desde hace tiempo: nada me disgusta más del arte que encontrarme en un centro artístico: por el contrario, cuando estoy en un lugar donde no hay otros cuadros que aquellos pintados por el susodicho, siento al instante la fe y el entusiasmo de los quince años”.

Un testimonio de los felices días de Portici es el cuadro que presentamos “Los hijos del pintor en el salón japonés”, una de sus obras maestras, inacabada.

La posesión de obras japonesas y la moda por todo lo japonés que se comenzó a apreciar desde principios de la década de 1860 en la producción de artistas franceses, llevó a Fortuny  a introducir en sus obras elementos nipones. El japonismo de Fortuny, comenzó a manifestarse hacia mediados de la década de 1860, si bien se aprecia con mayor intensidad a partir de su estancia en Paris durante los años 1869 y 1870 y tiene su culminación en sus últimos años de vida.

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En este cuadro, los hijos, María Luisa y Mariano, aparecen en un diván muy alargado, recubierto de tejidos, al modo japonés. La niña, acostada, con un brazo se abanica y al otro brazo le abandona. Su hermano mira concentrado la tela de seda azul con bordados de oro que le cubre las piernas. Es un instante de intimidad que se prolonga en el tiempo de manera sutil y al verlo sentimos el sopor de una tarde calurosa de verano. En el fondo pálido destacan las mariposas pintadas en la pared, los vivos colores de los tejidos y el verde de las enormes hojas del extremo izquierdo. .

En él podemos apreciar objetos y recursos expresivos del arte nipón: las mariposas, la característica rama en flor, el abanico, la tela brillante que cubre parcialmente el cuerpo del niño, su formato marcadamente apaisado que recuerda a los biombos desplegados, así como el juego de las líneas horizontales y verticales en una bellísima composición y los diferentes planos lisos de color de los muros y suelo de la estancia.

El tema, la luz y las manchas cromáticas convocan a Fortuny como precursor de lo que está por venir, el Impresionismo.

Fortuny murió en Roma el 21 de noviembre de 1874, a los 36 años de edad, de una hemorragia digestiva, justo cuando estaba remitiendo la fiebre que había padecido desde unos días antes. Se conocen datos de su cuadro clínico por cartas enviadas por amigos y sobre todo por su cuñado, Ricardo Madrazo que vivía con él, su hermana y sus dos hijos, pero solo sirven par hacer conjeturas en unas fechas en la que no se contaba con la ayuda del laboratorio ni de la radiología. Por entonces, la ciencia médica todavía vivía instalada en la impotencia y resignada a ella, tal como se desprende de las palabras de sus amigos. Decía José Villegas Cordero:

“Los médicos entraron en la habitación, quedándome yo también; antes habían hecho salir a su esposa y a su hermano político Ricardo. Al cambiar de postura o posición el cuerpo del enfermo, después de haber comprobado las pulsaciones y dispuestos para auscultarle el corazón, aquellos hombres de ciencia vieron que despedía copioso vómito de sangre, imposible de atajar con premura; los tres doctores palidecieron, atónitos comprobaron que se les iba de las manos”.

Otro amigo, Pradilla, ratifica ese sentimiento de impotencia:

«El asombro de los facultativos fue grande, porque este síntoma no se relacionaba con el estado de la enfermedad; pero ante el horror del hecho no había más que comprenderlo y lamentarlo».

Si, realmente es de lamentar que Fortuny no gozara de una vida más larga para poder seguir disfrutando de su familia, de los amigos y del éxito que le proporcionaba su gran pasión por la pintura, y de paso permitirnos a los demás conocer la obra de su madurez. ¡Maldito Helicobacter Pylori !

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Mariano Fortuny i Marsal. Federico de Madrazo, 1867. Museu Nacional d’Art de Catalunya

Cinta
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Cinta

Neuròloga amb desig de gaudir i d'aprendre amb i dels amics.

3 comentarios en «Mariano Fortuny i Marsal»

  • el domingo, 20 de marzo de 2022 a las 11:23 am
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    Una nou passeig per l’art i de la teva ma. Un nou motiu per agrair-te aquest fantàstic passeig per la proposta pictòrica de Fortuny. Avui, i no em diguis el perquè, la pintura que analitzes i el seu autor em suggereixen un comentari al voltant d’aquells artistes que esdevenen referents en la història de l’art. Convindrem que hi han propostes pictòriques que, en la nostra, al menys en la meva modestíssima opinió, no entens com han arribat a obtenir aquesta consideració. Pel contrari, hi han autors i pintures en les quals de seguida hi trobes motius per haver aconseguit singularitat. Per mi, Fortuny, es troba en aquesta categoria, m’explico:
    Jo crec que la pintura que avui il·lustra la portada de la secció de seguida ofereix una comprensió impressionista de la mateixa. No hi ha dubte del gran domini artístic que hi ha al darrera i de la influència que posteriorment tindrà. No obstant, estaria per apostar que si la pintura de Fortuny quedés definida per aquesta vessant naturalista i lumínica, probablement no hagués estat considerat com posteriorment ho ha estat. Per mi, és tota la proposta pictòrica anterior, entre ells el quadre que proposaves fa quinze dies, i que no vaig encertar, el que et dona pistes i detalls d’exclusivitat. Crec, en definitiva, que és aquest toc orientalista que tan bé defineixes en l’article, el que el fa desmarcar de molts dels seus coetanis i el que li concedeix el grau de referent de la pintura hispànica del XIX.
    Gràcies Cinta, com sempre “una disfrutada”

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  • el lunes, 21 de marzo de 2022 a las 12:04 pm
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    Cinta, repetitiu ès exaltar aquesta tasca tant atractiva i formativa a la vegada, en les teves entrades d’art.
    Encantat i fascinat de seguir-te.
    Fortuny, que dir d’aquest magnífic artista que no hagis tu escrit.
    Quina pena morir tant jove i privar a la humanitat i a ell mateix de tot aquest art que emanava de la seva ànima i ejecutava la seva mestra mà de manera brillant.
    Resaltar que durant molts anys he treballat al CAP que porta el seu nom: CAP Marià Fortuny de Reus, així com haver gaudit de múltiples funcions en el teatre que també porta, en reconeixem a la seva figura, el seu nom: Teatre Fortuny a Reus.
    Cinta, sempre seré fidel a les teves entrades d’art,
    Petons. 😘😘

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  • el sábado, 26 de marzo de 2022 a las 10:41 pm
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    Cinta, preciosa i interessantíssima entrada.
    Realment sempre he al·lucinat amb la llum i el traç del pinzell de Fortuny i de Sorolla. Són els autèntics mags de la llum a la pintura. També Vermeer o Turner ho eren… però la cegadora llum mediterrània és una altra cosa i els nostres Fortuny i Sorolla ens la fan sentir fins a arribar-nos al cor. Com els envejo!

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