LA ERA TANNER
El pasado once de septiembre, tres días antes de que muriera Jean Luc Godard, nos dejó también el director de cine suizo Alain Tanner.
En la anterior entrada os hablé de Godard ( y de “Me cago en Godard” ) por el peso indiscutible de su figura en el cine de los sesenta y setenta del pasado siglo.
Pero mis recuerdos – mis afinidades y emociones – realmente estaban de luto por la desaparición de Alain Tanner.
Tanner murió en Ginebra a los 92 años.

Mi gran aprecio por Tanner nació en 1983, el año de Blade Runner y La Balada del Narayama, de El Sur o Entre tinieblas… a mis veinticinco años mi fascinación por el séptimo arte crecía como la espuma y yo, como muchos otros, buscaba en las pequeñas salas de arte y ensayo, que entonces abundaban en Barcelona, propuestas cinematográficas innovadoras, experimentales, sorprendentes.
En esas salas descubrí —descubrimos— películas de grandes cineastas como Bertolucci,Wenders, Herzog, Fassbinder, Rohmer, Kurosawa…
Recuerdo que una tarde de aquel invierno de 1983 fui al ya desaparecido Cine Casablanca del Paseo de Gracia de Barcelona para ver “Dans la ville blanche”, En la ciudad blanca.
Como era habitual –y ritual- en esos cines, antes de entrar en la sala recogí el folio con información sobre el film, que en aquella ocasión incluía textos del propio Tanner.
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Sentado en mi butaca, cuando las luces se apagaron y se hizo el silencio en la sala, desde los primeros minutos de proyección empecé a sentirme absorto y en la piel de aquel marino: Paul – mi muy admirado Bruno Ganz – que desertaba de su buque mercante para perderse en tierra firme por las calles de Lisboa.
Como él, conocí a Rosa y el bar con el reloj que andaba al revés… aunque, como le explica Rosa a Paul: «No, el reloj anda bien, es el mundo el que anda al revés»…
Paul quizá se enamora de Rosa. Y en sus solitarios paseos por empinadas callejuelas o montado en el tranvía, se filma a sí mismo y a la vieja Lisboa con su cámara super8 y envía esas imágenes junto a sus cartas a su compañera en Ginebra.
Un solitario saxo acompaña esas toscas grabaciones de aficionado.
Desarraigo. Libertad. El tiempo suspendido, diluido entre las nieblas del puerto frente al Atlántico.
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“He tenido un sueño. Soñé que había dejado el barco, que había ido a la ciudad, que había alquilado una habitación de hotel y sin saber porque me había quedado aquí, inmóvil, a la espera…”
Tanner, que con 23 años -tras estudiar ciencias económicas- se había enrolado dos años en un barco mercante y viajado por África, no necesitó más que su cámara, algunos pocos diálogos e impresionantes silencios para redondear una obra maestra inclasificable.
Dans la Ville Blanche es lo más parecido a poner en imágenes un largo poema. El tempo de Tanner se aleja de lo convencional, entonces y ahora. Es cine narrado con un ritmo deliberada y necesariamente lento. “La lentitud es tiempo que se necesita para mirar las cosas”, decía.
Días de cine (19-9-22) rindió un homenaje a Alain Tanner, con certeros textos de Raúl Alda que os animo a ver. (link azul – 3 min.)
Tanner fue el autor de películas con inquietudes sociológicas tan memorables y aplaudidas como Jonás, que cumplirá los 25 en el año 2.000 , escrita con John Berguer y bandera generacional para los hijos de Mayo del 68; Messidor , una trágica road-movie reconocida precursora de Thelma & Louise , o A años luz , una revisión del mito de Ícaro, con el veterano actor inglés Trevor Howard.
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Fue un autor comprometido en un momento de subversión formal y temática en el cine, apreciado y galardonado en festivales como Cannes, Venecia o San Sebastián y un mito en el cine independiente de los setenta y ochenta en Europa.
Su muerte debería ser una invitación a redescubrir una larga carrera cinematográfica que aparentemente ha caído en el olvido.
En 1978, el crítico Carlos Boyero y Fernando Trueba, entonces director de la revista de cine Casablanca (aún faltaban tres años para que rodara su “Opera prima” ), se desplazaron a Ginebra para conocerlo y conversar con él.
La entrevista completa apareció en un número de la revista que aún conservo, titulado “La era Tanner”.
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Resulta paradójico que la crítica de los setenta titulara así un extenso artículo sobre su cine y ahora en 2022, en un periódico como La Vanguardia, a los tres días de su muerte, aparezca únicamente una acertada pero pequeña necrológica, firmada por Jordi Batlle, bajo el epígrafe: Alain Tanner, un ilustre olvidado.
En el último tercio de su carrera, su musa, pareja y coguionista Myriam Mézières protagonizó varios de sus films: Una llama en mi corazón, El diario de Lady M y Flores de sangre.
En 1991 Tanner rodó en el Cabo de Gata y en castellano, El hombre que perdió su sombra, con Paco Rabal y Ángela Molina, y en el 92 filmó en Barcelona El diario de Ladi M , ya citado, con Mézières y Juanjo Puigcorbé.
(Recientemente el programa Inèdits de TV3 ha recuperado una entrevista completa que realizó Montserrat Casal para Cinema 3 en 1993).

Réquiem en 1998 fue su regreso a Lisboa -esta vez bajo la advocación de Antonio Tabucchi- y en 1999 Jonás y Lila supuso su reencuentro con Jonás a punto de cumplir los 25.
Tanner cerró su carrera en 2004 con Paul s´en va, una historia sobre la desaparición de un antiguo militante de izquierdas de los años 70.
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En 2018 la Filmoteca Española le dedicó la mayor retrospectiva realizada hasta entonces, en la que participó su hija, la actriz Cécile Tanner, y el cineasta Jonás Trueba, hijo de Fernando Trueba, bautizado así en homenaje a “Jonás que cumplirá 25….”.
En el texto que Trueba escribió con motivo de esta retrospectiva, titulado “Alain Tanner. La dulce subversión” señalaba:
“Nunca abandonó del todo su condición de viajero y de cineasta apátrida –a pesar de haber sido tantas veces identificado como el abanderado del cine suizo–.
Llegó a Londres a mediados de los años 50, cuando se imponía el Free Cinema. En esos años, trabajó como documentalista para la BBC mientras se alimentaba de películas que veía en el British Film Institute… aunque quizá su mayor influencia fue el escritor John Berger, con quien luego compartiría la escritura y la creación de sus primeras películas de ficción.
Mayo del 68 le pillará en París, filmando las revueltas para un reportaje de televisión, y marca el fin de su etapa como documentalista. En junio de ese mismo año ya está escribiendo su primer largometraje de ficción, Charles vivo o muerto.
Volver a ver a sus personajes hablando y comportándose en una pantalla de hoy –acunados por esos travellings tan queridos en Tanner, en aquellos planos secuencia que para él significaban la verdadera cuestión moral e ideológica–, es dejar que nos enseñen su manera de entender el mundo…
“En realidad Tanner siempre estuvo un poco en los márgenes… En esa frontera, entre los intereses propios y los vaivenes de la industria, supo mantener su independencia y construir un mundo propio y una filmografía de la que podemos seguir aprendiendo hoy.”
“Después de muchos años en los que apenas hemos sabido de él, volver a sus películas ahora, cuando el siglo XXI se adentra definitivamente en su propia jungla, supera cualquier tentativa de efeméride; es más bien un acto de fe en el cine, y en una cierta idea del cine”.
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En un momento como el actual en que ninguna plataforma de cine nos ofrece las películas de Alain Tanner – el ilustre olvidado- Internet nos depara sorpresas: tras una larga búsqueda he dado con una página que nos ofrece, con buena calidad y en castellano, su film para mi más querido.
Aquí tenéis completa En la ciudad blanca.
Cualquier día de este invierno, si tenéis tiempo y ganas, cuerpo de sofá y una tarde pelín filosófica, os animo a revisar este film de ritmo lento, desgarrador y poético, y visitar de nuevo con Bruno la blanca y mágica Lisboa.
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(P.D.- Quizá la Era Tanner no haya concluido todavía. Jonás Trueba, que cumplirá los 41 en el 2022, lleva ya trece películas en su haber y su cine parece estar imbuido del espíritu Tanner. Los suscritos a Filmin podéis ver su última propuesta: “Tenéis que venir a verla” de 2022 …y juzgad vosotros mismos.)
Pere R.
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Hola Pere
Como siempre, documentadísimo y excelente artículo. Sí, yo también vi En la Ciudad Blanca en el cine Casablanca. Y es una de las películas que nunca olvidaré. Recuerdo , como bien indicas, ese ritmo pausado y los paseos de Bruno Ganz por las callejuelas de Lisboa. Otro ritmo vital, el tiempo detenido para la reflexión. Gran película.
Querido Pedro ya me has dejado casi sin adjetivos ni mejores palabras.
Hoy nos traes, como bien dices, a uno de esos autores que no olvidado, pero sí un poco eclipsado que generó en su momento una “era”.
“En la Ciudad Blanca” (que también recuerdo haber visto en el llorado Casablanca) sería ya de por sí una justificación para llevarlo al Olimpo junto a Bruno Ganz (¿para cuando un artículo en su honor?)
Esa entrada en barco que parece no tener fin y que sí lo tiene con la mítica escena del reloj que se convierte en una declaración de intenciones y que tú citas lógicamente, es poesía en imágenes.
También recuerdo el impacto de “Jonás….” porque hizo que me planteara por primera vez qué sería de mí años más tarde y concretamente en el año 2000 como propone el título.
Sólo un “pero” que no es culpa tuya. La versión que enlazas no se puede ver subtitulada y pierde encanto, no profundidad.
Enhorabuena una vez más.
Gràcies Pere per regalar-nos aquest excel·lent article de la vida d’Alain Tanner i la seva obra, però sobretot per evocar-nos amb la teva memòria fidel, aquella època en què entràvem a les sales de “Arte y Ensayo” amb emoció per descobrir noves mirades i temàtiques que ens enriquien i anaven obrint finestres a la nostra ment. Després de llegir-lo tinc desig de tornar a veure les pel·lícules de Tanner per deixar entrar novament la seva llum una tarda de tardor.
Una abraçada.