Daniel Gil. El gran diseñador del que todos tenemos obra en casa
Muchos lectores de este país no le conocen, pero sus diseños como “portadista”, como a él le gustaba llamarse, forman ya parte de nuestra memoria colectiva. ¿Qué amante de los libros no tiene en casa “un Daniel Gil”, o no le viene de inmediato a la memoria alguna portada de las suyas, asociada a su primera lectura juvenil de Kafka, Baroja, Borges, Galdós, Camús, Platón, Hesse, Freud, Borges, Chejov…?
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Daniel Gil fue ante todo un artista integro, culto, que leía los libros que ilustraba de cabo a rabo y sabia traducir en imágenes lo que percibía como la esencia de una obra; con oficio, pero sobretodo con una lucidez y una profundad de ideas asombrosa. Supo utilizar como nadie un amplísimo repertorio de potentes recursos visuales, con una increíble capacidad para concentrar significados. Gil consiguió trascender la mera ilustración de portadas, renovó el lenguaje visual del mundo editorial español y se convirtió, como ahora se reconoce en este país, en uno de los diseñadores gráficos más importantes del siglo XX.
Daniel nació en Santander en 1930. Desde joven sentía inclinación por las artes plásticas, lo que le llevó a estudiar Artes y Oficios en su ciudad natal y posteriormente la carrera de Bellas Artes en Madrid. Pero no la terminó y regresó a Santander. Allí comenzó a relacionarse con los círculos intelectuales, literarios y artísticos de la ciudad. En aquella época ya empezó a realizar ocasionales dibujos para revistas o incluso alguna portada para pequeñas ediciones.

En 1952 ingresó en el Partido Comunista. “Por entonces vivíamos en una España siniestra. Era inconcebible no tener una actitud de rechazo a la oficialidad. (…) Pero enseguida empecé a tener dificultades con el PCE. (…) Me separé de ellos junto a Pradera, Goytisolo o Barral”. Esta separación se produjo a raíz de la invasión soviética de Checoslovaquia y la expulsión del PCE de Semprún y Fernando Claudin.
Ese mismo año acude durante seis meses a la prestigiosa escuela de diseño de Ulm, en Alemania. Allí entra en contacto con el diseño suizo, vanguardia entonces del diseño en Europa.
Al regresar a España trabaja en lo que le sale, desde diseñar carteles o azulejos a encargarse de realizar maquetación de textos en alguna editorial. Daniel Gil quería ser pintor en plena posguerra. “En aquel entonces vender un cuadro era una proeza (…) me era preciso derivar hacia actividades más lucrativas, o que al menos me permitieran sobrevivir con lo único que sabía hacer”.Posteriormente consiguió trabajar para la discográfica Hispavox durante siete años. Y en algunas carátulas – cuando el director de turno lo aceptaba- empezaron a aparecer sus característicos objetos “encontrados” (en el Rastro madrileño muchas veces) y su tratamiento fotográfico y tipográfico característico.
En 1966 entró a trabajar en Alianza Editorial para su nueva colección de “Libros de bolsillo” y en poco tiempo pasó a estar en plantilla como director artístico. Allí le dieron libertad creativa, “patente de corso”, según el propio Gil. Y a partir de ese momento realizaría las portadas para la editorial durante 25 años. Fueron 25 años de plenitud creativa que culminaron en más de 4.000 portadas y millones de ejemplares.
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Sus obras están llenas de guiños a las tendencias más vanguardistas y al mundo de la cultura en el sentido más amplio y profundo de la palabra. Daniel Gil expresa sus ideas convirtiéndolas en imágenes. Sorprende que a pesar de las heterogéneas técnicas y planteamientos que empleaba en sus diseños y la variedad de modos de relación que establecía entre la imagen y el contenido del libro, sin embargo dotara a la ya mítica colección de bolsillo de una fuerte imagen identitaria.
En 1989 el Grupo Anaya compró Alianza y las desavenencias con la nueva directiva forzaron una salida conflictiva de la editora. Los años posteriores trabajó de forma independiente, en su propio estudio “con un solo ayudante”, para otras editoriales (Mondadori, Paidós).
En la entrevista que le hace en 2001 la revista musical Rolling Stone, el periodista lo pilla diseñando “Gratis, ahora trabajo por caridad” un cartel para Amnistía Internacional.
No mucho tiempo después su vida se vio paulatinamente limitada por la enfermedad de Parkinson que le impedía trabajar en lo que constituía su principal razón de ser.
Falleció a los 74 años, en noviembre de 2004. La noticia no tuvo gran eco en los medios de comunicación. El día posterior a su muerte el periódico El País publicó,a parte de su esquela, dos artículos obituarios a cargo de importantes diseñadores. Y únicamente apareció otra reseña en El Diario Montañés de Santander, su ciudad natal. Ningún otro periódico o canal de televisión recogió la noticia.
En vida Daniel Gil recibió la Medalla de oro de Bellas Artes en 1984 y también algún otro premio nacional e internacional. En el año 2001, más de 400 diseñadores gráficos españoles firmaron un manifiesto de apoyo a Gil tras su renuncia a una “mención honorífica” del Premio Nacional de Diseño que nunca se le concedió.
Se puede afirmar que Daniel Gil fue un poeta visual. Sus imágenes aún nos invitan a la reflexión. El magnetismo de sus portadas y esa maravillosa conceptualización abstracta que supo imprimir a cada uno de sus libros afortunadamente para nosotros todavía siguen ahí.
En este link podéis ver un video sobre sus obras: https://youtu.be/rwML-ziTC8Q
Pere R
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Gracias Pedro por divulgar y seguir visualizando a artistas tan influyentes como poco conocidos para la gran mayoría. Me has hecho reflexionar sobre la importancia del diseño de una portada de libro o disco. Seguramente muchos nos hemos dejado llevar a la hora de fijar la atención en un libro simplemente por una impactante portada sin más referencia del autor. Efectivamente todos tenemos un Daniel Gil en casa…y ahora nos enteramos!!!
Me encanta tu artículo, Pere, por varios motivos. El primero por tu brillante redacción. Otro por fijarte en el diseño gráfico, un arte considerado por muchos como secundario y que, sin embargo, nos hace atractivos muchos de nuestros objetos cotidianos como por ejemplo los libros. ¡Cuantas veces hemos elegido un libro porque nos cautiva su portada! Otro motivo es el de dar a conocer a Daniel Gil, al cual no conocía a pesar de ingenio y ser paisano mío. Hablar de gente tan brillante, pero desconocida por el gran público, es una manera de honrarles.
Enhorabuena y un abrazo.
Coincideixo amb els comentaris anteriors respecte les virtuts de l’article. M’ha semblat apassionant retrobar-me amb les portades d’aquells llibres que lluïen, si els portaves a la vista, i que sovint es convertien en un martiri a l’hora d’obrir-los i entendre’ls. En qualsevol cas m’ha semblat d’allò més tendre retrobar-me amb unes expressions artístiques que, com totes, tenen un artista darrere i formen part de la nostra vida.
Un darrer apunt que també m’ha semblat endevinar en el de Mariano: la indiferència, l’anonimat i l’oblit sobre persones que han estat grans, malgrat el silenci amb el que han recorregut la seva existència.
Gràcies Pere
Manel
Qué bueno poder poner apellido a todas esas imágenes que nos han acompañado toda la vida en nuestras mesillas de noche. Un ejemplo fantástico de la delgadísima (si es que existe) linea que separa el oficio del “arte” y, de paso, un merecidísimo homenaje a las ediciones de bolsillo sin las que muchas no habríamos podido conocer tantos libros imprescindibles. ¡Me ha encantado y quiero más! ?
¡Qué bueno el título y el artículo, Pedro! Al principio he pensado, ¿tengo un Daniel Gil en casa?, sin saber de quién se trataba y, sí que tengo alguno. Comparto los comentarios anteriores y, sobre el tema de dar a conocer a personas tan importantes que han hecho labores muy a menudo poco reconocidas o que están empezando a reconocerse, resulta tremendamente interesante.
Gracias amigos por vuestros comentarios. Aprecio en lo que valen los de mis compañeros de redacción y de mi “director” ( :-)) , como no!, pero me ilusiona más aún ver qué otros amigos, como Mariano y Águeda,se suman a nuestra página y no solo la disfrutan y aportan sus comentarios, si no que además, como en este caso, comprenden a la perfección los motivos que le llevan a uno a presentar a un autor con la valía y falta de reconocimiento de mi admirado Daniel Gil. No puedo hablar en su nombre, pero en el mío y creo que en el de todos los que hacemos La Púa Web, os vuelvo a expresar mi agradecimiento más sincero.
Fantástica la reseña de Daniel Gil ¡yo también puedo decir que tengo uno es casa, concretamente el de “El lobo estepario” que siempre me pareció particularmente inquietante!
No conocía su biografía y me parece un ejemplo de dignidad y coherencia que le confiere un valor añadido.
En esta época de portadas de libros tan decepcionantes en muchas ocasiones, gracias Pedro, por acercarnos a quien convirtió su diseño en todo un arte.
Me ha encantado el artículo, Pedro, aunque desde luego reconozco mi absoluta ignorancia en este campo hasta el extremo de que a raíz de leer lo que has escrito y conocer a Daniel Gil a través de tu reseña, es cuando me hago consciente de que todos los libros, obviamente, tienen una portada que es fruto del trabajo de un profesional del diseño. Y para más “Inri”, además, tengo una obra suya en casa !
Pere R. tu articulo que me ha parecido maravilloso por lo escrito, por el personaje y acercarnos aun mundo que no somos conscientes de su importancia. Y si, todos nos hemos ido a buscar ese libro que tenemos en casa. un beso muy fuerte