Ciencia Ficción y Distopías.
Leyendo “Klara y el Sol”, la última novela por el momento de Kazuo Ishiguro y primera tras su concesión del Premio Nobel de Literatura en el año 2017, me planteaba en esta época de pujanza de las novelas sobre distopías hasta que punto pueden seguir considerándose como un subgénero dentro de la ciencia ficción.
Porque, veamos, ¿qué es una distopía? La RAE la define como “la representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”. El prototipo de novela distópica y, según muchos, el germen de todas las posteriores, sería “1984” de George Orwell, escrita en 1947 y que, a pesar de los años transcurridos no solo desde que se escribió sino también desde el año en que presuntamente transcurría, sigue siendo futurista en muchos aspectos aunque también de rabiosa actualidad en otros.
Pero ya con anterioridad, se habían publicado novelas, como “Un mundo feliz” (1932) de Aldous Huxley, a las que en el momento de su publicación el término ciencia ficción parecía irles como anillo al dedo, mientras que situaciones recreadas en otras novelas, como la de “Farenheit 451” (1953) de Ray Bradbury, siguen resultándonos inconcebibles en su globalidad. El título de ésta última, como es bien sabido, se refiere a la temperatura a la que arden los libros, y el planteamiento, aunque de forma menos absoluta, sí se ha vivido en épocas y para obras concretas y no una sino muchas veces a lo largo de la historia: pensemos en la Inquisición, el nazismo, la revolución cultural de Mao…
En la actualidad las novelas distópicas están de moda, citaremos “El cuento de la criada” (1985) de Margaret Atwood, “Ensayo sobre la ceguera” (1995 ) de José Saramago, “La carretera” (2006 ) de Cormac McCarthy o “Nunca me abandones” (2005 ) del mismo Kazuo Ishiguro, en un listado que no pretende ser exhaustivo ni mucho menos. Se ha postulado que “fue el desarrollo de la ciencia moderna, con las mismas invenciones que había profetizado la ciencia ficción clásica, lo que provocó una violenta reacción literaria que convirtió las viejas utopías en infantiles cuentos de hadas” (sic). Estamos, una vez más, ante la pérdida de la inocencia, en este caso la de de los escritores del género y también de muchos de sus lectores, los que no se han desplazado a un género más amable que aun conserva la vieja etiqueta.
Hoy en día, al hablar de ciencia ficción, o en ocasiones de género fantástico, se hace referencia a novelas consumidas preferentemente por el público juvenil como “Los juegos del hambre” de Suzanne Collins, “Divergente” de Verónica Roth o “La quinta ola” de Rick Yancey, todas ellas llevadas al cine y con gran éxito. En ellas, aunque las cosas se pongan feas, aún hay lugar para héroes o heroínas y sobre todo para la esperanza.
En cambio, el genero distópico nos aboca a un mundo futuro desalentador e indeseable para la humanidad con individuos oprimidos que en muchos casos no son ni siquiera conscientes de ello. Y la ficción utópica, con mundos ideales donde todo es perfecto, parece haber desaparecido de la literatura contemporánea ¿será, una vez más, el signo de los tiempos? O es que, citando a Margaret Atwood, “somos mucho más hábiles para fabricar distopias que para buscar utopías; porque somos más hábiles para crear el infierno que para inventar el cielo”.
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Muy esclarecedor tu artículo, Maite, poniendo el acento en la diferencia entre géneros futuristas. Desde luego, yo prefiere las utopías aunque hasta ahora no hayamos podido (más bien querido) construir esa isla imaginada por Tomas Moro hace mas de 500 años. Tenemos derecho a la esperanza mientras no nos demuestren lo contrario.
“El trazado de calles y plazas responde al tráfico y a la protección contra el viento. Los edificios son elegantes y limpios, en forma de terraza, y están situados frente a frente a lo largo de toda la calle. Las fachadas de las casas están separados por una calzada de veinte pies de ancho. En su parte trasera hay un amplio huerto o jardín tan ancho como la misma calzada, y rodeado por la parte trasera de las demás manzanas. Cada casa tiene una puerta principal que da a la calle, y otra trasera que da al jardín. Ambas puertas son de doble hoja, que se abren con un leve empujón y se cierran automáticamente detrás de uno. Todos pueden entrar y salir de ellas. Nada se considera de propiedad privada. Las mismas casas se cambian cada diez años, después de echarlas a suertes.” (“Utopía”. Tomás Moro, 1516).
Completamente de acuerdo contigo, Cinta. Tenemos derecho a la esperanza aunque la literatura actual parezca negárnosla cada vez en mayor medida. Sería interesante hacer una selección de libros actuales en que, más allá de finales ingenuos o acomodaticios, pudiéramos encontrar esa ilusión que refleja el texto de Tomas Moro, entre otros.
Mientras leía tu artículo me iba deprimiendo poco a poco. Con el final, he visto la luz.
Sí, creo que se puede decir que es más fácil crear distopías que utopías igual que es infinitamente más sencillo escribir o dirigir un drama que una comedia.
Los telediarios y la prensa nos presentan a diario un altísimo porcentaje de “malas noticias o dramas”.
Las teorías conspiranóicas siempre tienen ese punto de partida posible. Cuando son debidamente rebatidas y dejadas en evidencia, siempre ha calado la posibilidad de una duda. ¿Llegó el hombre a la Luna?
Muchísimas gracias por tu /nuestra reflexión querida amiga.
A mí me ocurre lo mismo, Pepe, hasta el punto de que ya no veo las noticias si puedo evitarlo. Llevo un tiempo cuestionándome porque gran parte de la literatura y el cine de evasión actual es catastrofista o apocalíptico frente a modas anteriores ¡solo hay que ver tu sección de cine musical! Creo que nos daría para un interesante debate.
Maite,excelente entrada. ´
Siempre me ha atraido el cine de ciencia ficción. Mucho más que las novelas del género, de las que he leido muy pocas. Si leí, hace tiempo, clásicos como los de Orwell (aunque prefiero “Rebelión en la granja” y, fuera del género, “Homenatje a Catalunya”), Huxley y Bradbury, pero poco más.
Recuerdo que me fascinó una extraña novela de Ursula K Le Gin “El nombre del mundo es bosque” donde un enfrentamiento entre simios y humanos en otro planeta, plantea cuestiones medio ambientales y sobre el “antropocentrismo” mucho más interesantes que el famoso “Planeta de los simios”.
Me gusta especialmente el cine de SF que plantea preguntas con enjundia. De los últimos años “La llegada”, “Moon” o “Sleep dealers”. Aunque me reconozco seguidor de Star Wars y alguna otra saga y puedo disfrutar como un niño viéndolas. En cambio, las más juveniles actuales que has mencionado me aburren bastante.
Volviendo ahora a la literatura, creo que hay grandes obras dentro del género,algunas realmente visionarias, y que el subgénero (o no) de las distopias, más o menos amargas o catastrofistas, es probablemente de los más atractivos,o cuando menos un buen caldo de cultivo para reflexiones de las que merece la pena plantear.
Gracias. Un beso.
Gracias por tu pormenorizada aportación, Pedro, tendremos que hablarlo en profundidad en nuestro próximo encuentro. Ahora, aprovecho para decirte que creo que “La llegada” es una de las mejores películas de ciencia ficción para adultos de los últimos años. basada en un relato de Ted Chiang. Xavier opina que los autores chinos son el futuro del género y me he apresurada a pedirle una entrada al respecto.