NUEVA ZELANDA, EL FIORDO DE MILFORD SOUND

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Nueva Zelanda es uno de los lugares del mundo donde la naturaleza se nos presenta de la forma más salvaje y natural.  Hay quien afirma que quizá sea el lugar que más se parezca a cómo era nuestro Planeta hace cientos de miles de años.

Viajar hasta ese país supone poder visitar playas y arenales de ensueño, lagos de un azul cristalino, bosques vírgenes donde los árboles están forrados de líquenes como en ningún otro lugar, zonas de actividad geotérmica, cráteres volcánicos con lagunas esmeralda, montañas de nieves perpetuas de casi 4.000 m, glaciares y una zona especialmente atractiva por lo recóndito de su situación y por su apabullante belleza, los fiordos de la isla sur.

Nuestra aventura, enmarcada dentro de un viaje realizado en 2012, se va a desarrollar en la zona más inhóspita y deshabitada del territorio, el Parque Nacional Fiordland, en el extremo sudoeste de la isla sur y tendrá como objetivo conocer el fiordo de Milford Sound.

Los fiordos tienen su origen en los hielos glaciares que hace millones de años tallaron la piedra, abriéndose paso hasta el mar.  Al ir desapareciendo el glaciar, el mar entra en el enorme cañón excavado por el hielo, hasta formar el definitivo fiordo.

En P.N. Fiordland, existen unos 15 fiordos principales, pero Milford es el más espectacular de todos.  Tiene una longitud de 16 km, desde el embarcadero de Milford Sound, situado en la parte interior, hasta la boca exterior, que se abre al Mar de Tasmania, lugar donde confluyen los océanos Indico y Pacífico.

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Para visitarlo hay que llegar al embarcadero de Milford Sound, a donde se accede en coche particular o en autocar, a través de una preciosa carretera de unos 110 km que procede de Te Anau.  Lo habitual es embarcarse y recorrer el fiordo durante unas horas.

Existe otra manera de llegar al embarcadero de Milford Sound, que es a través de uno de los recorridos a pie más buscados por los excursionistas, el Milford Track.  Nuestro plan, claro, será hacerlo de esa forma.

El Trekking del Milford Sound, o Milford Track, tiene un recorrido de 54 km, todos ellos íntegramente dentro del Parque Nacional y tiene ciertas peculiaridades que lo distinguen de recorridos similares en otros lugares del mundo.  En temporada alta, de octubre a abril, solo se puede hacer a través de la Oficina de Turismo del Gobierno Neozelandés y siguiendo sus estrictas normas. 

Se tiene que hacer en cuatro etapas, con 3 noches en refugios que tienen 40 plazas, por lo que ese es el número de caminantes que pueden acceder al trekking cada día.  Además, solo se puede realizar en un sentido, así que nunca te encuentras otros senderistas que vengan en sentido contrario, por lo que la sensación de soledad en un paraje tan espectacular es otro de sus atractivos

Antes de empezar, pasamos un día en Te Anau, pequeña y bonita ciudad de unos 30.000 habitantes situada al borde de un enorme lago del mismo nombre.  Aprovechamos para hacer en la Oficina de Turismo los trámites de confirmación de nuestra reserva, que habíamos efectuado unos 10 meses antes, plazo habitual si se quiere tener plaza. 

También compramos en tiendas especializadas todo lo necesario, puesto que los refugios solo tienen un asistente que te asigna cama cuando llegas y que mantiene las instalaciones en condiciones, incluida la gran sala comedor/cocina, donde se pueden utilizar los fogones de gas, pero hay que llevar los utensilios como cazo, sartén, platos, vasos, cubiertos y por supuesto la comida necesaria para los cuatro días.  Una aventura.

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Al día siguiente empezó nuestro periplo.  Primero nos trasladaron en barco a través del lago Te Anau durante unas dos horas, al lugar donde empezaban oficialmente los 54 km de recorrido pedestre.  Precioso paseo por el lago, acercándonos cada vez más a las altas y nevadas montañas que se veían al fondo.  Por fin, bajamos del barco y con nuestras enormes mochilas a la espalda, iniciamos el recorrido.

Durante 4 días transitamos por senderos perfectamente señalizados a través de un paisaje espectacular en el que destaca la frondosa vegetación, los ríos y lagos de agua cristalina y las altas montañas que enmarcan el sendero y por las que se desprenden cascadas de todos los tamaños. 

árbol en el lago
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La alta pluviosidad de la zona, donde llueve más de la mitad de los días del año y llegan a caer hasta 7.000 litros por metro cuadrado anuales, hace de sus bosques húmedos un espectáculo de verdes, donde destacan las hayas plateadas, endemia de Nueva Zelanda, los helechos gigantes, los musgos y líquenes, todo en un ambiente permanente de humedad y neblina, tal y como quedaba reflejado en muchas de las escenas de “El Señor de los Anillos”, rodada en su integridad en Nueva Zelanda.

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El recorrido es en general asequible y exento de dificultades técnicas, aunque el tercer día hay que hacer un pequeño esfuerzo montañero para vencer el paso que nos cambia de vertiente, pasando del valle del río Clinton, al valle del río Arthur.  Se trata del Mackinnon Pass, a 1.150 m, a partir del cual se desciende durante unos 20 km hasta Sandfly Point, en las orillas del fiordo, donde una pequeña embarcación nos trasladará en unos 20 minutos a Milford Sound, el embarcadero principal, de donde parten las excursiones y cruceros que se hacen por el fiordo.

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Nuestro treking ya había acabado, pero nuestro plan para conocer el fiordo aún tenía que empezar.  Llegamos a las 15,30 h al embarcadero y a las 16,30 iniciaría su recorrido el Milford Mariner, un velero con capacidad para 60 personas, en el que teníamos reservado nuestro camarote para pasar la noche y disfrutar de un minicrucero de 24 horas, que nos compensaría de la dureza de los 4 días andando por la montaña, durmiendo en refugios y comiendo los productos liofilizados que nos teníamos que preparar nosotros mismos. Así fue, después de esos duros cuatro días, el minicrucero nos supo a lujo absoluto.

Debido a la relativa estrechez de la boca que se abre al mar, el interior del fiordo está muy protegido de los vientos y el oleaje marino.  Esto hace que nos encontremos con aguas calmadas de color azul intenso, como un lago, sobre las que se levantan a ambos lados, completamente verticales, las paredes graníticas revestidas de verde, que llegan a alcanzar los 1.000 m de altura y de cuyo techo caen numerosas cascadas. 

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Tuvimos suerte con el tiempo, tanto esa primera tarde como a la mañana siguiente.  Las actividades eran sencillas, el barco se desplazaba lentamente por el canal, mientras nosotros desde cubierta observábamos absortos el espectáculo natural que teníamos ante nuestros ojos.  Al llegar a la boca que se abría hacia el mar, desembarcamos en pequeñas zodiacs para acercarnos más y mejor a las paredes rocosas del fiordo y observar las colonias de focas que allí habitan de manera natural.  También la zodiac salió unos centenares de metros hacia mar abierto, el mar de Tasmania, donde pudimos comprobar la bravura de la fuerza de las olas, que no tenían nada que ver con la placidez del interior del fiordo.

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A la mañana siguiente, paseo de vuelta por el fiordo con los primeros rayos del sol.  El color azul del agua en contraste con el verde intenso de la vegetación que llega hasta ella y las agujas graníticas negras, levantándose hacia el cielo es una imagen que queda en las retinas y, desde luego, en el recuerdo.

Después, desembarco y tres horas de autocar hasta Queenstown, animada ciudad donde pasamos un par de días relajados, recordando la emocionante aventura vivida durante cinco días.  Una manera insuperable de conocer Milford Sound.

Gabo
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Gabriel Rull, médico, con tiempo para dedicarme a mis aficiones, la montaña, los viajes, el deporte, además de a la familia y los amigos. Colaboro con Puaweb escribiendo sobre viajes y haciendo todo lo que se me pida.

13 comentarios en «NUEVA ZELANDA, EL FIORDO DE MILFORD SOUND»

  • el sábado, 4 de diciembre de 2021 a las 8:24 pm
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    Menudo viaje, Gabi! Qué éxtasis de naturaleza en nuestras antípodas! Menos mal que habéis estado vosotros y ahora nos lo cuentas de esa manera tan deliciosa que te caracteriza, porque ni sabía de su existencia. Da ganas de coger la mochila y poner rumbo hacia allí (previo paso por el quirófano para solucionar unas inconveniencias, ja, ja).
    Gracias por compartir tus recuerdos de una manera tan fantástica. Un abrazo

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    • el domingo, 5 de diciembre de 2021 a las 8:32 pm
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      Gracias Cinta ! Desde luego que es un lugar precioso, pero tanto como para tener que pasar por el quirófano antes de ir…., no sé yo…., casi que mejor conformarse con el relato ! jajaja……
      Te mando un fuerte abrazo.

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  • el sábado, 4 de diciembre de 2021 a las 8:36 pm
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    Puaff,Gabo, que maravilla!! Tengo que reconocer que a mi que me interesa poco el viaje paisajístico, no tendría ningún problema en hacer esa aventurilla que has descrito. Hasta haría un esfuerzo en comer esa bazofia liofilizada y compartir literas como en la mili. Te lo digo en serio.
    Bueno, un abrazo amigo y hasta el próximo capítulo de estas maravillas que describes.
    Manel

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    • el domingo, 5 de diciembre de 2021 a las 8:41 pm
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      Uy……, no sé si te veo muy convencido para comer comida liofilizada y dormir en literas como en la mili….., jajaja…….
      Pero te tomo la palabra. Una pequeña ruta por el Cadí, Cavalls del Vent, aunque fueran un par de etapas…., por supuesto la que incluyera el Pas Dels Gossolans, entre el Bergadá i la Cerdanya…., que esa sé que la tienes muy mitificada. !
      Gracias por los comentarios, Manel.
      Un abrazo

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      • el domingo, 5 de diciembre de 2021 a las 11:04 pm
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        Te tomo la palabra Gabo, en cuanto te dejes crecer el pelo, nos vamos “pallá”. Oye, pero que nos de tiempo para desayunar y cenar como dios manda, ¿lo oyes?

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  • el sábado, 4 de diciembre de 2021 a las 10:52 pm
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    Amigo Gabi.
    Tan solo agradecerte este trekking que me ha transportado nuevamente a New Zealand, a esos mismos lugares que describes y que recuerdo que los vivimos intensamente con mi mujer y mi hija.
    Maravilloso volver a sentirse tan lejano, nada menos que en las antípodas.
    Un abrazo.

    Pere S.

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    • el domingo, 5 de diciembre de 2021 a las 8:43 pm
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      Me alegro que te haya evocado buenos recuerdos, Pere.
      Un lugar fantástico que me complace especialmente haber relatado, sabiendo que hay amigos, como es tu caso, que ya han estado allí.
      Gracias por tu comentario
      Un abrazo

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  • el lunes, 6 de diciembre de 2021 a las 7:46 pm
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    Joder!!!
    Menudo pedazo de viaje Gabi,
    Yo que no soy mucho de grandes viajes me ha fascinado no solo el tuyo sino la cantidad de viajes que puedes hacer, solo, en esa zona del globo terráqueo.
    De todas maneras pasarte 4 días como aquel que dice solo o con tu pareja, en silencio y contemplando las musarañas pues no se si lo aguantaría. Y como dice Manel, “pero desayunando y cenando como dios manda”.
    Suerte de haber tenido la oportunidad de haber realizado estos impresionantes viajes, que hoy no se si se podrían volver a realizar…
    Un abrazo.

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    • el jueves, 9 de diciembre de 2021 a las 12:29 pm
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      Que bueno, Max, eres un hiperactivo…, tanto que te cuesta imaginarte esos 4 días medio aislado…., jajaja…
      La verdad es que en realidad era un recorrido de un grupo de 40… Cada día íbamos saliendo, cada uno a su ritmo, te ibas encontrando a algunos por el camino ( los adelantabas o te adelantaban ellos ) y luego nos reagrupábamos todos en el siguiente Refugio.
      Como por esos países tienen horarios “raros”…, a las 18, 19 h ya habíamos cenado y entonces la gente se reunía en las mesas de los comedores a tomar un té, charlar….., lo recuerdo especialmente agradable… y eso que Montse y yo éramos los únicos españoles (los demás, de Australia, Nueva Zelanda, Francia, Alemania, Canadá, Austria, Escocia….) y por cierto que allí nadie ni media palabra de castellano…, jaja…. Una experiencia fantástica.
      Por cierto que las aventuras de los “lobos de mar” me las imagino similares, días y días metidos en los veleros…, surcando el mar….., “contemplando las musarañas”… y no sé yo si las cenas y los desayunos mucho mejores que por las montañas…. jajaja….
      Gracias por tu comentario, Max.
      Te mando un abrazo.

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  • el miércoles, 8 de diciembre de 2021 a las 4:20 pm
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    Precioso viaje, Gabi y totalmente fuera de mi capacidad física. Por eso te agradezco doblemente el pormenorizado y fantástico relato y las fotografías acompañantes.
    En una tarde festiva, y desde el sofá de mi casa, me has trasladado durante el tiempo de su lectura a Nueva Zelanda, con una inmersión “casi virtual” como preconiza nuestro amigo Max.

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  • el jueves, 9 de diciembre de 2021 a las 12:47 pm
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    Gracias por tus comentarios, Maite. Me encanta leer que durante unos minutos te hayas sentido trasladada a Nueva Zelanda…, eres una “seguidora” de lecturas de viajes fantástica.
    Por cierto, huelga decir, porque es una evidencia, que Nueva Zelanda está en el quinto pino y que no se plantea un viaje allá a la ligera. No obstante, conocer Milford Sound no precisa inexorablemente la realización del trekking ( esa es una manía que tengo yo…. jeje.. )
    Conocer las ciudades de Queenstown y Te Anau, viajar hasta el embarcadero de Milford por la preciosa carretera de 130 km y embarcarse en el crucerito de 24 h por el fiordo……, me parece que a un espíritu sensible y aventurero como el tuyo…., le gustaría. Anímate…., que son dos días.. !
    Te reitero mi agradecimiento
    Un abrazo

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  • el viernes, 10 de diciembre de 2021 a las 3:35 pm
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    Fantastico Gabi! Sí, realmente has conseguido trasladarnos a todos a ese impresionante y lejano paisaje.
    Confieso que soy, o era hasta ahora, un absoluto ignorante sobre Nueva Zelanda. Me has dejado boquiabierto y babeando. Mucha envidia.
    Y que bien os lo programasteis todo, combinando la aventura kilométrica con mochilas, refugios y “liofilizados”, con esas plácidas travesias en barco que tan bien sientan tras dias de duro esfuerzo. Encima disfrutando de ese colosal espacio natural. Genial, espectacular.

    Un abrazo.

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    • el domingo, 12 de diciembre de 2021 a las 9:26 pm
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      Gracias Pere por tu comentario.
      Es verdad, como muy bien aprecias, que parte de la gracia era acabar los 4 días de trekking metiéndonos directamente en el barquito donde seguimos la aventura, pero en condiciones de comodidad que compensaran el esfuerzo y las penurias que siempre existen si caminas 54 km por las montañas…….
      Te mando un abrazo.

      Respuesta

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